Càrcer fue un gran centro productor de cerámica hasta principios del siglo XVII. Durante muchos años, la industria de la cerámica fue junto al cultivo del arroz y la seda uno de los motores económicos de la localidad. Las obras de construcción del alcantarillado en la actual plaza del Teular permitieron localizar en 1964 una serie de piezas deformadas, rotas o con defectos, un horno y una balsa de sedimentación de arcilla. El salón de plenos del ayuntamiento acoge a partir de hoy la muestra «Cerámica de Càrcer del siglo XVII», una exposición que presenta por primera vez algunas de las piezas que por casualidad se encontraron durante aquellas obras y con la que se pretende dar a conocer este capítulo de la historia local y posibilitar el retorno de algunas de las piezas, aunque sea de forma temporal, a su lugar de origen. El acto de inauguración contará con la presencia del actual director del Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí, Jaume Coll Conesa. La muestra se podrá visitar hasta el próximo 21 de noviembre, de lunes a viernes, de 11 a 14 horas.

El hallazgo que tuvo lugar en la década de los sesenta, durante la construcción de la red de alcantarillado, acreditaba toda la documentación y testimonios referidos a la existencia de múltiples fábricas de cerámica en Càrcer hasta principios del siglo XVII. Esos mismos testimonios provocaron el interés y la curiosidad de Manuel González Martí, el fundador del Museo Nacional de Cerámica, que no dudó en visitar el municipio durante los años treinta. Tres décadas después, González regresó a Càrcer al tener conocimiento del hallazgo de varias piezas de cerámica procedentes de una malograda hornada, lo que permitió conocer la decoración, los barnices y la calidad de la arcilla que utilizan los artesanos moriscos de Càrcer.

Expulsión de los moriscos

La cerámica fue, durante años, un motor económico para la localidad. Era un trabajo ejercido de forma mayoritaria por la población morisca, que sufrió un duro golpe por la alta tasa de mortalidad que provocaron entre ella las distintas epidemias y, especialmente, la de paludismo como consecuencia del cultivo del arroz. Los moriscos también se vieron afectados por el decreto de expulsión de 1609, durante el reinado de Felipe III. A diferencia de otros núcleos poblacionales con manufacturas de cerámica, la sociedad cristiana de Càrcer y los nuevos pobladores fueron incapaces de continuar con estas empresas, las cuales dejaron de producir con la expulsión de los moriscos, que se llevaron con ellos este arte, según indicaron ayer fuentes municipales.