El máximo responsable de AVA-Asaja hizo ayer un llamamiento a todos los productores de caqui «para que se mantengan firmes, para que no regalen la fruta, para que no se dejen engañar por cantos de sirena y voces interesadas porque hay demanda, porque la producción es similar a la de otros años y porque si nos mantenemos firmes los precios en origen tendrán que remontar el vuelo forzosamente». A pesar de la artificialidad que apunta AVA en la caída de los precios, lo cierto es que en las últimas semanas se ha conocido una información que ha vuelto a perjudicar a los labradores. El caqui está encontrando serios problemas para expandirse, sobre todo como consecuencia del veto ruso que sigue en pie y que limita los mercados a los que accede.

AVA-Asaja ya constató que los precios en origen de esta fruta habían experimentado un descenso medio del 25 % en las tres últimas campañas, situándose en algunos casos por debajo de los costes de producción, y atribuyó esta tendencia a la aplicación del veto ruso y a la falta de apertura de nuevos mercados asiáticos y americanos.

En efecto, desde el descubrimiento del método tecnológico que permite eliminar la astringencia del caqui, tanto la producción como la demanda no habían dejado de crecer de una manera prácticamente paralela y ese equilibrio se traducía en precios razonables para todos los eslabones de la cadena de valor, incluido el productor. Sin embargo, esta estabilidad se vio interrumpida bruscamente con la prohibición en agosto de 2014 de exportar caquis y otros productos agroalimentarios europeos al emergente mercado ruso, el cual era especialmente importante para el sector agrícola ribereño porque solía adquirir calibres de segunda categoría y contribuía de ese modo a desatascar los mercados europeos.