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Una quinta de libro

El grupo de alberiquenses que nació en 1952 supera la costumbre de celebrar la cena anual y convierte sus recuerdos en un ejemplar

La Generación del 52 de Alberic ha pasado de reunirse una vez al año a plasmar en un libro todas sus vivencias de la época. Ha logrado hacer de lo ordinario algo extraordinario. No solo por el contenido (que también) sino por la valía de un estudio minucioso que sienta un precedente en la provincia de València. «Collita del 52» es un conjunto de miradas del pasado divididas en 52 capítulos, cifra que hace gala al año de su nacimiento. Un testimonio vivo que consta de tres partes bien diferenciadas y con distintos narradores.

La primera, un poemario escrito a título póstumo, por el que fuera miembro de la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL) y cronista oficial del municipio y la Ribera Alta, Josep Lluís Doménech Zornoza, coetáneo del grupo. Su aportación se basa en un repaso de cada una de las décadas del siglo XX y principios del actual, haciendo especial hincapié en los principales sucesos ocurridos en la sociedad y que marcaron un antes y un después en la historia global. Escrito en versos cortos, inéditos, con ritmo y musicalidad, el académico recrea el paso de la vida a través de los detalles más significativos de los hechos acontecidos. «Bon vent i barca nova, és el que cal esperar, sí, un temps millor i més desassossegat», recoge la introducción de Josep Lluís Doménech.

La segunda es un magnífico documento de época elaborado por Mª Amparo Giménez y Antoni Torres donde se repasan todos los aspectos de la vida de la década de los cincuenta. La historia parte del espacio físico que envolvía a los escritores. Un eje desde el que realizan una invitación a recobrar el pasado desde el recuerdo, haciendo mención especial a la plaza, donde estaba ubicado el mercado municipal, uno de los puntos neurálgicos de Alberic. «La pisaban diariamente tanto las mujeres como los hombres. Era un lugar muy importante donde los vecinos se reunían para relacionarse y comprar los productos necesarios para casa», aseguran Giménez y Torres.

Vivencias imborrables

Entre las principales anécdotas destacan desde el agujero de Margantoni hasta el divertido concurso de «mal trabajadores», en el que el jurado adjudicó por unanimidad dicha distinción al vecino que pidió que le acercasen la silla para sentarse. «En verano se vivía de una manera y en invierno de otra. También analizamos la educación, la sanidad, la justicia, los comercios y las fiestas, entre muchas otras cosas, para que los mayores no olviden y los jóvenes conozcan sus raíces, sin comparar si era mejor o peor, simplemente, diferente», explican ambos.

La última parte está elaborada por el geólogo Enrique Ortega, el cual realiza un estudio paisajístico de Alberic. Una descripción donde explica cómo era el entorno físico del municipio hace 65 años basándose en la documentación obtenida del Instituto Cartográfico Valenciano y partiendo de una fotografía aérea hecha el 1956. También incluye una aproximación idealizada de cómo sería el paisaje de la población hace 1.952.000 años. Un marco histórico encuadrado en el Pleistoceno y donde se recoge que la Serra de l'Or, en Cullera, y la Serra de les Agulles, en Alzira, formarían dos islas alargadas en medio del mar y Alberic quedaría bajo el agua. Solo se salvaría la Muntanyeta, que sería un pequeño islote cerca de la costa.

Esta colección histórica, capaz de dibujar en el imaginario colectivo una imagen precisa de cómo era Alberic en los años cincuenta, está acompañada de fotografías del archivo de Vicente Daroqui, actualmente en posesión de Juan Marco, y que gracias a su trabajo, el libro también logra convertirse en una crónica gráfica de la época.

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