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Sollana no tuvo en 1932 ni República ni Soviética

Los documentos de la época desmienten que el municipio ribereño fuese el quinto «Estado» de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas - Los anarquistas insurrectos proclamaron la «Revolución Social» y el «Comunismo Libertario»

Sollana no tuvo en 1932 ni República ni Soviética

­Eran las tres y media de la madrugada del 26 de enero de 1932 cuando unos forasteros anarquistas, según la prensa de la época, instauraron en Sollana la república soviética. Falso. Las investigaciones que se han sucedido en los últimos años han acabado por tumbar un mito de la Historia edificado en parte por desconocimiento teórico de lo que fueron las diferentes ramas del comunismo internacional y también en parte por intereses partidistas vinculados a la pretensión de «vender» la República como un periodo caótico prerevolucionario, con las uñas de la URSS acechando de forma subterránea.

Por tanto, no fue real que el municipio se sumase a Rusia, Bielorrusia, Transcaucasia y Ucrania que el 28 de diciembre de 1922, una década antes, habían acordado la formación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Sollana no fue, pues, el quinto «Estado» de la unión. Quedaba muy impactante y situaba a Sollana en el centro del panorama político mundial pero no fue cierto. Sin más.

El error que han combatido investigadores como Enric Pedro o Llorenç Benaches hasta la saciedad se basa en una interpretación tendenciosa de lo sucedido, sobre todo de un periódico conservador como ABC. La clave para conocer la verdad se sitúa en los bandos que los insurrectos (que no era forasteros, sino vecinos de Sollana) obligaron a hacer. En el segundo de ellos se decía: «Compañeros y hermanos: Se ha proclamado la Revolución Social en toda España. ¡Viva el Comunismo Libertario! Respetadlo o de lo contrario seréis responsables de vuestros actos: respeto a la Humanidad. ¡Viva la Libertad! ¡Pueblo, Serenidad y Valor! El Comité Revolucionario». El movimiento anarquista estaba lejos de ser afín al régimen estalinista edificado en la URSS por entonces. Exactamente los anarquistas que se rebelaron en Sollana eran partidarios del comunismo libertario y abogaban por la abolición de la propiedad privada, del Estado y de las clases sociales, entre otros objetivos. La base orgánica la constituiría la comuna libre. La diferencia principal con la URSS es que ellos creían que una vez terminada la revolución se habría de declarar la abolición del Estado y, con ello, el principio de autoridad.

De hecho, Stalin se encargó de perseguir a anarquistas españoles, llevándoles hasta la muerte. Ni mucho menos la proclamación de la Revolución Social suponía una nueva República Soviética y el comunismo libertario difería de las líneas ideológicas establecidas por el político de Gori en el este. Ni los medios de comunicación entendieron la voluntad de los insurrectos ni pretendieron entenderla. Lanzaron su versión de los hechos, llegando a ser noticia internacional. Fue recogida en medios de Estados Unidos, Argelia, Francia, Inglaterra, Argentina o México, además de, por supuesto, en toda España. El problema es que el mundo de la investigación la reprodujo después y hoy sigue siendo válida en algunos libros de Historia que, con el tiempo, deberán ser corregidos.

Si la interpretación de los hechos fue errónea, también los acontecimientos recibieron diferentes versiones, en función de los intereses políticos. Todo empezó al anochecer del lunes 25. Según la prensa del miércoles siguiente, se advirtió la presencia de grupúsculos anarquistas que repartían propaganda por los sindicatos obreros y otros centros de reunión.

Alrededor de las tres y media numerosos disparos en distintas direcciones despertaron al vecindario. Los exaltados se dirigieron a la casa parroquial. Intentaron capturar al cura, que no abrió su casa. Algunas fuentes hablan del intercambio de tiros. Seguidamente se dirigieron al ayuntamiento. No les costó demasiado tomarlo. De inmediato sacaron los archivos municipales a la plaza y los quemaron.

Al amanecer, Sollana había capitulado. A las siete de la mañana, los rebeldes se presentaron en el mercado lo disolvieron y obligaron al sereno, Tomás Méndez, a la difusión de los bandos.Se cortaron las comunicaciones telegráficas y telefónicas e, incluso, se levantó la vía del ferrocarril con lo que se impidió la circulación de trenes. De nuevo, la Iglesia fue objeto de su ira y prendieron fuego a la puerta del templo. Hubo dos heridos de bala más.

Tras descargar en el brazo izquierdo al vecino de 32 años Daniel Claver, éste reaccionó y desvió el arma. La mala suerte quiso que el propio agresor, Alejo Zanón, fuese víctima de su escopeta, la cual se disparó y le provocó una herida «grave en el antebrazo izquierdo».

Pero poco más iba a durar la ensoñación anarquista. Un guardia civil avisó al jefe del puesto quien movilizó a los efectivos de las localidades cercanas. Éstos «lograron dominar prestamente la situación, incautándose de la bandera roja y enarbolando en su lugar la de la República». Anarquistas como José Vila, José Albors, Ramón Gumbau, Enrique Poquet, Rafael Codoñer, Bautista Borrás o Ramón Félix Balaguer fueron detenidos durante algunos días. Sin embargo, su mayor castigo fue la dificultad para encontrar trabajo una vez pudieron volver por Sollana.

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