Sobre el vertedero comarcal que se está estudiando establecer en uno de los pueblos de la Ribera existe mucha mitología y poca información. No se trata del típico vertedero que se ve en las noticias sobre Brasil ni de una planta cerrada de reciclaje como la que actualmente hay en Guadassuar. Sería, más bien, una estructura cuidadosamente diseñada, construida dentro de la tierra donde la basura estará aislada del medio ambiente circundante. Este aislamiento se logra con un revestimiento inferior y una cobertura diaria del suelo.

El desconocimiento generalizado lo han podido constatar diferentes alcaldes y alcaldesas de la Ribera, que han realizado reuniones vecinales con el objetivo de que los habitantes combatan erróneas informaciones sobre una construcción que se analiza como vital y que a pesar de ello es repudiada por muchos y muchas. ¿La razón principal? Algunos piensan que no cuenta con los mínimos estándares de seguridad y que puede causar problemas medioambientales futuros por filtraciones de los residuos en las aguas subterráneas.

Sin embargo, son los técnicos del Consorcio Ribera-Valldigna (en colaboración con la Conselleria de Medio Ambiente) los que han establecido los destinos más adecuados y los que aprobarán en el futuro el emplazamiento definitivo que evite cualquier tipo de peligro medioambiental. En la actualidad, los vertederos deben cumplir una normativa estricta en cuanto a su diseño, control y gestión. Desde hace ya años, el sistema es garantista con la naturaleza y, de hecho, en la actualidad la conselleria está en manos de grupos progresistas, siempre más sensibles con los temas medioambientales.

En la Ribera se seguiría el modelo ya establecido en otras localidades de España. Así, en anteriores vertederos ya construidos a lo largo del territorio estatal se han basado en un relleno volumétrico por terrazas progresivas. Cada una de las terrazas están cerradas por sucesivos muros de arcilla compacta. En el fondo de cada una de ellas se encuentra un sistema drenante formado por un lecho continuo de gravas calibradas que vierte lateralmente sobre un conjunto de tubos de polietileno de alta densidad perforados cuya función es recoger y conducir los lixiviados, que se almacenan en una balsa revestida de polietileno de alta densidad.

La impermeabilización del fondo se consigue a través de disposición de una serie de capas paralelas, mientras los taludes laterales son independizados con doble barrera de geomembrana de PEAD y capa de drenaje. A pesar de que los residuos depositados en este tipo de depósitos de seguridad no contienen apenas materia biodegradable, en el sellado se dispone de un sistema de captación de gases en toda la superficie. El sistema consiste en una espina de pez a lo largo y ancho del depósito, mediante un sistema formado por tubería ranurada y material drenante y que termina en una pequeña chimenea. Ocuparía, más o menos, una extensión similar a seis campos de fútbol, alejado de cascos urbanos, aguas subterráneas o zonas peligrosas a nivel sísmico.

Otro de los factores que han dado mucho que hablar por el desconocimiento general es el tema del canon que puede recibir el ayuntamiento cuya localidad acoja el vertedero. Se habla de dos millones de euros al año, en función de los kilos que allí se soterren. Sin embargo, las cifras bailan. Sí serán, más o menos, diez los camiones que se dirijan al vertedero cada noche, con una vida útil de veinte años.