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Pepita la Gel baja la persiana

La tienda de Alberic clausura tras sesenta años de venta directa al público - Los hijos de la propietaria prefieren cerrar ante la baja rentabilidad

Pepita la Gel baja la persiana

Pepita la Gel dice adiós 60 años después. La plaza de la Constitución de Alberic pierde a uno de sus más fieles inquilinos. Un reducto de la historia local que desaparece. Una de esas tiendas que siempre estaba impecable con todo colocado al milímetro, ofreciendo un servicio ininterrumpido y con un trato personal.

Con su cierre, los vecinos echarán de menos la confianza, el cariño que Pepita Ortega y sus dos hijos, Benjamín y Cristina, le ponían a su oficio, el conocimiento que tenían de su clientela, la sensación de garantía en los productos, y otra faceta que no podemos olvidar: la de fiar la venta cuando una familia se veía en un aprieto económico. «El establecimiento lo ha ido haciendo la gente. Comenzamos vendiendo hielo, después comida para gallinas y al final hemos trabajado codo con codo entre azafranes, embutidos, verduras, conservas, productos para el hogar y bebidas. Traíamos todo lo que nos pedían», asegura Ortega, la propietaria del local.

Un lugar de los de antes

A través de un simple escaparate, han visto pasar la vida de la población, su evolución y cambios. Su ambiente auténtico y familiar convertía a cualquiera en uno de sus parroquianos, sin importar de dónde venían. También era un punto de reunión donde las personas se reunían para debatir sobre los asuntos o las novedades de la población. «Hemos vivido muchas anécdotas. Lo mejor es que todos venían con alegría y ganas de charlar. Nos visitaban hasta los bomberos de Alzira y Xàtiva. El secreto del éxito es que éramos una familia», explica Benjamín.

Por desgracia, la supremacía de las grandes superficies ha vuelto a superar al sentimentalismo, obligando a bajar la persiana a un negocio con seis décadas de historia. El público ha pasado de preferir un trato especial a perderse en los laberínticos pasillos de los supermercados. «Para nosotros se ha acabado una época. Mi madre es muy mayor y tiene que descansar y nosotros pensamos que ya no es viable. Hemos aguantado porque abríamos los fines de semana, aunque no nos podemos quejar porque lo hacíamos con gusto. Se cierra una etapa muy importante, pero se abre otra».

Se cumple de este modo, la fecha de caducidad de un comercio digno de estar en el patrimonio urbanístico local, al que el ayuntamiento, antes de dejar el mostrador, quiso rendirle un homenaje. «Nos hemos sentido muy arropados. Los vecinos nos han sorprendido con sus muestras de afecto. Solo tenemos palabras de agradecimiento», sentenciaron.

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