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Huellas de la industrialización agrícola

Alzira conserva 21 de las 54 chimeneas vinculadas a motores de vapor para el riego que se llegaron a censar en 1929

Huellas de la industrialización agrícola

Un censo del año 1929 registra en el término municipal de Alzira 54 máquinas de vapor, con sus respectivas chimeneas, que se utilizaban para la extracción de aguas subterráneas para el riego agrícola. Eran la imagen de la industrialización del campo, ya que la aplicación de la máquina de vapor abrió una nueva etapa en la extensión del regadío y del cultivo del naranjo al permitir que se excavaran pozos más profundos para acceder a capas freáticas más caudalosas a las que las cenias no podían llegar. De aquellas 54 chimeneas actualmente se conservan íntegra o parcialmente 21. Forman parte del paisaje agrícola de Alzira, pero también de un patrimonio hidráulico desconocido para las nuevas generaciones. El censo lo ha realizado Miguel Frasquet Barber y forma parte de su último trabajo «El regadío en Alzira. Una revisión desde el pasado», publicado recientemente.

«La extinción de los motores impulsados por vapor trajo el abandono de las chimeneas», expone el autor, mientras destaca que muchas de estas «monumentales obras» fueron derribadas por motivos de seguridad debido al gran deterioro provocado por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento. De entre las que se conservan, Frasquet destaca la existente en el Hort de Bru, junto a la carretera de la Barraca (CV-50), que «se mantiene completamente erguida y sin apreciable deterioro a pesar de sus 29 metros de altura desde la base». Por contra, la «inmensa mayoría» están truncadas o se han desplomado de forma parcial, detalla.

El trabajo muestra cómo los nuevos avances técnicos del siglo XIX se aplicaron de forma decidida al proceso de elevación de aguas subterráneas (motores de vapor, de gas pobre, de aceites pesados...) y convivieron durante años en función de las necesidades y posibilidades de cada finca «hasta que en la década de los años treinta del siglo XX el motor eléctrico comienza a desplazar a los anteriores».

«Esta circunstancia no se consolida de una manera clara hasta bien entrada la década de los cincuenta, una vez superado el crítico período de la postguerra española», expone el autor.

De hecho, el censo de 1929 revela que en Alzira existían 289 instalaciones elevadoras de aguas subterráneas, de las cuales un 56,40 % correspondían a máquinas accionadas por distintos tipos de motores (vapor, gas pobre, aceites pesados, gasolina y eléctricos), mientras que las cenias movidas por caballerías «todavía mantienen un porcentaje de uso importante (43,60 %)».

Fraquest incide en este aspecto. «El hecho que más llama la atención es la longevidad en el uso de las cenias, un total de 126» ya que, a pesar de ofrecer una capacidad de extracción de agua mucho más limitada respecto a los motores, «aportaban una especie de ventajas que las hacían especialmente adecuadas para huertos de poca extensión: sus propietarios eran modestos labradores que no podían afrontar la instalación de motores y bombas en sus explotaciones, ya que implicaba una invesión inicial y un consumo de energía demasiado altos», expone.

Los motores de vapor se instalaron inicialmente en huertos de grandes propietarios de la pujante burguesía valenciana.

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