El pasado domingo una treintena de antiguos reclutas destinados en su juventud en el Sahara para prestar el servicio militar, integrados en la quinta del 69 del pasado siglo y procedentes de varios pueblos valencianos se reunieron en Alzira, alguno vistiendo uniforme de la Legión, con el objeto de reencontrarse y de rememorar su estancia en la que entonces era aún colonia española. Entre los participantes se encontraba alguno de los últimos españoles en abandonar el territorio el 7 de enero de 1976.

Los visitantes, acompañados de sus respectivas esposas y con algún hijo o nieto, llegaron por ferrocarril a Alzira alrededor de las 10 de la mañana, siendo recibidos en la estación por compañeros de Alzira. El ayuntamiento les había preparado un autobús del servicio municipal para recorrer el trayecto a visitar. La primera parada fue en el paraje de la Murta, donde fueron recibidos por Pedro Benedito, técnico de turismo del Museo Municipal. Mientras cubrían el trayecto entre la entrada a la finca y el convento recibieron información de la historia del valle. Observaron la cruz que se hallaron a mitad del camino y el nevero ubicado en la ladera en la umbría.

Al llegar a las ruinas del monasterio, Benedito les puso en antecedentes del puente de Felipe II y lo que queda de la portada de la iglesia de los Jerónimos y del claustro. Siguiendo la ruta, tras contemplar la antigua almazara, se introdujeron en los jardines de la casa solariega, donde visitaron la capilla donde se venera la imagen de la Virgen de la Murta y luego caminaron hasta las balsas o safareig que recoge el agua del manantial que brota en el monte. En este lugar, teniendo de fondo las ruinas del cenobio de los jerónimos, se tomó la foto que acompaña este reportaje.

Terminada la reparadora visita a la Murta, al pie del Cavall Bernat, los expedicionarios, pasadas las dos de la tarde, se trasladaron a la Muntanyeta del Salvador, donde fueron reibidos por Javier Andújar, presidente de la Real Cofradía de la Virgen de Lluch, y Aureliano Lairón, cronista oficial de Alzira, quien se encargó de difundir entre los 60 participantes de la expedición la historia y tradiciones de la patrona de Alzira y del templo mariano, así como del desaparecido ermitorio dedicado al Salvador. No se olvidó Lairon de nombar a los ilustres personajes que han visitado el lugar, entre ellos el Papa San Juan Pablo II, que se acercó a la Ribera el 8 de noviembre de 1982 para consolar a los damnificados de la «Pantanada de Tous», así como los reyes don Juan Carlos y doña Sofía, que vieneron a Alzira por el mismo motivo. Emilio Castelar, presidente de la primera República Española manifestó que era el lugar más bello que había visitado, denominándolo «balcón de la Ribera». Hizo mención también de las tradicionales visitas de los pregoneros de la Semana Santa Alcireña, destacando la de don Joaquín Calvo Sotelo, quien aseveró que era el mejor y más bello lugar donde se «hospedaba» la Madre de Dios. Terminada la visita, ya pasadas las tres de la tarde, los visitantes se dispusieron a degustar una típica «fideuá» en el restaurante de la Muntanyeta.

Recordando tiempos de la p? mili, alguién comentó pasajes de las vivencias en el Sahara, que era como estar «entre dos líneas paralelas: un horizonte de arena y otro de mar. En un giro de 180 grados no se veía un árbol. A las seis menos cinco de la tarde del 19 de diciembre de 1976, la bandera rojigualda se arrió por última vez en el Cuartel General de El Aaiún». Medios de comunicación españoles documentaron aquella ceremonia que simbolizó el adiós de España al territorio africano. «Es una simple bandera cuartelera -decían-, pero tiene un gran valor sentimental y, sobre todo histórico, después de 92 años de permanencia en aquel territorio. Se organizó la salida dentro de la denoninada "Operación Golondrina", de todo el personal militar y civil, en 160 días, por mar y aire con precarios medios. Se trasladaron unas 40.000 personas, más 40.000 toneladas de material y un parque de 3.000 vehículos».