El Ayuntamiento de Cullera ha restaurado el mausoleo de Agustí Costa Font, abogado, político y librepensador laicista cullerense cuyo fallecimiento en 1900 impulsó del cementerio civil en la localidad. El consistorio ha querido recuperar la memoria de un prohombre de la ciudad cuyo reconocimiento por parte de las autoridades locales había quedado en el olvido. La asociación Cullera Laica había reclamado una intervención para recuperar el mausoleo y el consistorio ha habilitado una sala de ceremonias funerarias civiles en el cementerio para que se puedan celebrar entierros. Era otra de las peticiones realizadas por Cullera Laica, puesto que hasta ahora se carecía de un espacio para poder despedir a los no creyentes.

«Era necesario poner en valor la figura de Costa y que el cementerio de Cullera diera respuesta a las necesidades de una gran parte de nuestra sociedad que no tiene creencias religiosas», señaló el edil responsable del Cementerio, Salva Tortajada. El concejal indicó que estas actuaciones «tratan de que todos los sectores sociales tengan su espacio y se sientan cómodos e integrados en el cementerio. Queremos normalizar lo que debería haber sido normal hace ya muchos años en un Estado aconfesional como el nuestro», subrayó.

Las próximas actuaciones que se llevarán a cabo en el cementerio son la delimitación y señalización del antiguo cementerio civil, actualmente integrado en un departamento denominado «Virgen del Castillo». Se pretende recuperar la memoria histórica de este enclave para que los cullerenses puedan conocer dónde se emplazaba esta área laica impulsada por Costa y los motivos que llevaron a su creación.

El cementerio civil de Cullera tiene su origen en la cesión gratuita al ayuntamiento por parte de Enrique Costa de un terreno que compró «ex professo» en la partida de El Cabeçol, muy cerca del camposanto religioso, para albergar los restos mortales de su hermano Agustí Costa.

Antecedentes del recinto

Cullera aprobó la construcción del cementerio civil atendiendo a la ley que, desde hacía ya tiempo, obligaba a los municipios a disponer de un espacio acotado para dar sepultura a las personas que no profesaran la religión católica. Así, en octubre de 1900, el terreno donado por el hermano de Agustín Costa fue acotado con un hilo de alambre. Dos años después, en 1902, se daban por concluidas las obras de construcción de la pared de cerramiento del cementerio civil. Además, Enrique Costa reservó 16 m2 en el centro del espacio vallado para construir un panteón para su hermano Agustín, lo que hoy constituye su mausoleo, construido poco tiempo después. Poco a poco, el cementerio católico fue «absorbiendo» al civil hasta el punto que durante la dictadura no había apenas diferenciación entre uno y otro.