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aspectos de la semana santa de gandia

nuestra original representación del cristo yacente

En la procesión del Santo Entierro de Semana Santa de Gandia nos sobrecoge de modo especial la imagen del Cristo Yacente que se ofrece a la contemplación de los asistentes. Esta sorprendente iconografía de la pasión de Jesús, venerada y acompañada por nuestra Hermandad, cada año, en procesión por las principales calles de la ciudad, es obra del escultor gandiense Ricardo Rico Tormo.

Nuestro Yacente es un ejemplo ciertamente novedoso de los múltiples y variados estilos culturales que desde hace siglos sobrecogen a los creyentes cristianos en las procesiones del Santo Entierro de Semana Santa, compuestas a partes iguales de arte y religión: sangre y madera. En su mayoría son obras de gran patetismo para conseguir la conmoción del espectador. Y, dentro del realismo, los escultores consiguen generalmente, según las distintas escuelas y procedencias, ofrecer una versión serena y dulcificada, o bien seca y descarnada, de Jesús camino del sepulcro.

Si remontamos el tiempo, la iconografía de Cristo Yacente, tal como hoy la conocemos y se venera por toda la geografía española, no aparece hasta el siglo XVI, inspirada de la mística franciscana, de las advocaciones de la Piedad, y tiene origen en las órdenes militares tornadas en cofradías del Santo Sepulcro. Lo cual explica la estética de naturalismo acentuado que van adoptando a través de los siglos las imágenes del Yacente, hasta hoy, y su estilo intenso y atormentado. Los ejemplos más célebres los encontramos en las representación del Cristo Yacente de Sevilla, del cordobés Juan de Mesa, realizada en madera policromada hacia el primer tercio del siglo XVII, y máximo exponente de la Escuela Andaluza; o en el Cristo Yacente del Pardo, obra maestra del escultor Gregorio Fernández, de origen gallego, máximo representante de la Escuela Castellana. Esta escultura, encargada según la tradición, por Felipe III, tras el nacimiento de su heredero, fue donada por él al convento de El Pardo en 1615. Se encuentra en el interior de una urna acristalada, obra del orfebre Félix Granda. A partir de este momento, los siglos XVIII y XIX son un intento reiterativo de representar ambas escuelas, aportando el «amaneramiento del siglo XVIII» y el naturalismo y acentuación de los rasgos de la muerte del XIX.

El siglo XX ha seguido los motivos imagineros del barroco, mezclando incluso las técnicas de la escuelas andaluza y de la castellana, habiendo llegado quizás a su máximo esplendor en la talla de madera del Cristo Yacente del sevillano Juan Manuel Miñarro, catedrático en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, cuya obra escultórica es principalmente de temática religiosa.

Para realizar esta obra, se centró, utilizando técnicas de comparación y proyección de imagen de la Sábana Santa contra el cuerpo, la hora de las impresiones y policromía, los distintos tipos de sangre y su comportamiento venal. Esta obra ha dado origen a la Exposición «El Hombre de la Síndone», inaugurada en febrero de 2012 en la catedral de Málaga, y expuesta en las principales ciudades del mundo.

Si bien nuestra imagen del Yacente entronca, ciertamente, con la tradicional y bellísima representación secular de esta iconográfica de la Pasión de Cristo, no podemos dejar de destacar su originalidad. Fue en el año 2002 cuando el pueblo gandiense acogió, con expectación y gran sorpresa, este Cristo Yacente, portado a hombros por legionarios de la guarnición de Ronda: Jesús yace en la cruz, pies y mano derecha clavados en el madero. De su cuerpo tensado gotea sangre. Su otra mano, libre, esboza un gesto de súplica. Está consciente. El rostro de Jesús es la mirada viva y exhausta del dolor. Inspira compasión y esperanza. Yace ahí el cuerpo de Cristo roto, maltratado por la maldad humana, y a la vez el poder del Amor redentor del ser humano. La belleza de este Cristo vivo no oculta su muerte, la presiente, pues la muerte es tan solo el pasaje obligado para acceder a la Vida del Resucitado —el desenlace final de la Pasión de Cristo, donde la humanidad encuentra su Salvación.

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