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Más largo que un verano sin Padur

Ximo Gascón, fundador del mítico local de Tavernes, cuenta cómo nació y se consolidó un proyecto personal que puso en marcha cuando sólo tenía 26 años

El viento remueve un montón de hojas, papeles, paquetes de «snacks», colillas de cigarros y arenilla. Recorren una y otra vez, sin rumbo fijo, la terraza de un local ubicado en la zona más al sur de la playa de Tavernes de la Valldigna. Podrían ser, como antaño ocurría, los restos del naufragio. La suciedad que quedaba por la mañana tras varias horas bailando, bebiendo o charlando en una de las mágicas fiestas que organizaba el pub Padur, inaugurado en 1988 en este punto de la costa vallera.

Pero no. Es suciedad, la que queda tras varios meses de abandono, de puertas cerradas. Así está este mítico emplazamiento, templo de socialización de varias generaciones de vecinos y veraneantes, punto de encuentro de ocio y cultura, tras más de 25 años sin fallarle a sus clientes ni un día en todo el año. El artífice de aquello fue Ximo Gascón, «el Gato», natural de Tavernes de la Valldigna, quien, con sólo 26 años y sin experiencia empresarial, abrió aquel local al que, desde el principio, tenía claro que iba a imprimir su sello personal.

¿Por qué Padur? Así fue como llamaron a la hormiguita, sempiterna en el logotipo del pub Padur, pequeño en espacio pero grande en concepción.

«Todos los trabajadores eran estudiantes y eso contribuyó a crear un ambiente óptimo para que Padur fuera el centro de encuentro de la gente joven», explica a Levante-EMV Gascón, sentado en la terraza del negocio de hostelería que hoy regenta también en la playa de Tavernes. Era una cafetería, pero también un pub, y una sala de conciertos. Pese a que estaba en la playa, abría todos los días del año. «Había jueves que aquí no cabía ni un alfiler», explica el primer propietario. «A la hora del café, sobre las 15.30 horas, estaba a reventar». «Servíamos el café Picasso, una receta que importamos de un establecimiento de Valencia al que iban los estudiantes. Se consumían 40 litros al día por lo menos».

Después, por la tarde, las pandillas de amigos quedaban para tomar sus cervezas o refrescos. Padur se convertía en una sala para la práctica del ajedrez o el parchís, bien dentro o bien en la terraza. «Aquí se han organizado más de 20 campeonatos de ajedrez con un nivel brutal», explica Gascón. Juan Toledano, uno de los mejores en aquel momento, acudía cada semana a Padur a disputar partidas simultáneas. La expectación en el local era máxima y solía jugar contra más de veinte personas que acudían a retarle a la vez.

En su faceta nocturna, Padur fue durante más de dos décadas el templo del «jazz» por excelencia en la Safor. Por allí pasaron grupos de reconocido prestigio en el panorama nacional en este género. «Por decirlo de alguna manera, Graham Foster, que es muy conocido, fue de los menos famosos que pasó por aquí», señala.

Gascón apostó por un proyecto con su sello personal y acertó. La música no comercial era uno de los principales atractivos de este local.

«Fuimos los primeros en traer charangas, aquí hacía ensayos la banda los jueves y esto estaba a reventar». En una ocasión, recuerda, vino a tocar la Dixieland Band. Más de 50 músicos que ocupaban medio local, el otro medio era público que vino a escucharles».

Allí nació la asociación Grup d'Amics i Amigues del Jazz, este local formó parte del Circuit Bancaixa de Jazz y de otros eventos de este tipo a lo largo de su historia. Incluso de allí salió la Jove Brass Band, «un grupo que se ramificó luego en muchas otras formaciones», dice el primer propietario de Padur.

La cultura fue siempre protagonista en este espacio. Además de música, acogió exposiciones de artistas que empezaban, como la de un fotógrafo local, que hoy es un profesional de la prensa en Valencia. Hasta el humorista Xavi Castillo, en sus inicios, actuó con Pot de Plom Teatre en el circuito organizado en Padur. Desde luego, Castillo no era entonces, ni de lejos, tan reconocido como hoy. Gascón no renunció nunca, pese al éxito de su modelo, a que el panorama más comercial tuviera su oportunidad. Si hay algo cierto en Padur es que supo adaptarse a los tiempos y también fue una sala de fiestas donde varias generaciones han bailado hasta la extenuación.

Introdujo conciertos de pop, «rock» y verbenas. Las vacaciones de Semana Santa y verano en este local eran memorables. Miles de personas se agolpaban en la calle, que quedaba totalmente cortada al tráfico los sábados por la noche. Muchos de los que estaban fuera ni siquiera escuchaban la música que se estaba poniendo dentro pero daba igual, estaban en Padur.

No todo fue sencillo. «Si no fuera por mi hermano Xavi, mi hermano mayor, Joan, y mis padres, todo esto no habría sido posible. Ellos me apoyaron y me ayudaron en los momentos complicados», recuerda.

El secreto, la gente

¿Por qué Padur fue lo que fue? Gascón lo tiene claro: por su gente y el ambiente que se creó. «Aquí ve-nían franceses, ingleses, italianos, alemanes, americanos, belgas y de todos los puntos de España y a los pocos minutos ya se conocían todos. Era una gente especial que creó un ambiente cultural, de ocio e intelectual que conocía todo el mundo», señala.

Explica que «las fiestas las organizaban los amigos que venían aquí» y recuerda que «una vez, en Semana Santa, llovió a mares y el local se llenó de agua. En vez de irse, los mismos clientes cogieron las escobas y limpiaron».

En el año 2010 aproximadamente (no recuerda la fecha exacta), Gascón se dio cuenta de que «a Padur venían los hijos de la gente que inicialmente se lo pasaba bien aquí. Te das cuenta entonces de que ya no eres joven y no estás donde te toca, que la noche no es para ti», explica. Fue entonces cuando decidió traspasarlo. El local perdió su esencia. No por una buena o mala gestión sino «porque era un proyecto tan personal, que al irme yo se perdió», explica Gascón. Tras pasar por varias manos, Padur celebró sus últimas fiestas la pasada Semana Santa. Hoy son muchos los que lloran la ausencia de aquellas noches de Padur.

Sobre qué piensa cuando lo ve cerrado se limita a decir que «lo único que me fastidia es no tener ahora 20 años». Reflexiona asegurando que «las cosas nacen y se acaban y yo me dejé la piel allí, no por mí, sino por la gente de Padur».

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