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La plaza que surgió de la destrucción

Para crear la avenida del Oeste hubo que derribar casi 700 viviendas y eliminar decenas de calles de Velluters y Sant Francesc

La plaza que surgió de la destrucción

Nunca la historia fue tan cíclica. El informe del Colegio de Arquitectos, en 1939, sobre la creación de la Gran Via del Oeste, actual avenida Barón de Cárcer, ya hacía hincapié en el dilema provocado casi 70 años después por el proyecto de ampliación de la avenida Blasco Ibáñez hasta el mar: «No es la vía que se proyecta por su categoría e importancia, un trozo de vía férrea o carretera, ni la ciudad una estepa». El proyecto de Federico Aymamí, presentado en 1910 y revisado por Javier Goerlich en 1929, que preveía unir la plaza de San Agustín con el río Turia y mejorar las conexiones entre el norte y el centro de la ciudad, incluía la expropiación de 699 viviendas y su posterior derribo para crear una avenida de 1.360 metros de longitud y 25 de anchoe. Finalmente, cuando los trabajos se llevaron a cabo en 1940 —después de que la idea fuera apoyada tanto por gobierno de la dictadura de Primo de Rivera como de la II República—, únicamente se trazó la avenida hasta el Mercado Central. Nació entonces la plaza Ciudad de Brujas, que el director general de Vivienda, Alberto Sanchis, quiere convertir ahora en la «plaza central de la ciudad», un «puesto» que ocupa la plaza del Ayuntamiento y que anteriormente, desde la Edad Media, ocupó la plaza del Mercado, entre el Central y la Lonja.

Pero bucear en la historia de este entorno es hacerlo en la de una zona que nace de la destrucción o, si se quiere, del saneamiento de los alrededores del convento de San Agustín. Este punto se degradó a partir de 1907, cuando el derribo del antiguo barrio de pesadores, junto a la calle de las Barcas, provocó el traslado de sus habitantes a esta zona. Aymamí proyectó una avenida que atravesaría la zona a imagen y semejanza de las reformas de París a finales del siglo XIX. El proyecto se paralizó por problemas económicos hasta que en 1929 fue retomado por un arquitecto que a la postre sería capital para el progreso de la ciudad: Javier Goerlich. Tanto los gobiernos de la dictadura como los de la II República lo apoyaron, pese a que en los años 30 en el urbanismo europeo ya estaba ampliamente superada la concepción de grandes avenidas diáfanas que unieran distintos puntos de la ciudad.

Fue precisamente ese cambio lo que motivó que cuando las obras comenzaron en 1940, estas solo llegaran hasta la actual plaza Ciudad de Brujas, llamada así en honor a la urbe en la que falleció Luis Vives, y que debe su tamaño a la reforma del Mercado Central, que dejó más espacio del previsto entre el edificio y los Santos Juanes. Se consideró que era más importante mantener el entramado histórico del barrio del Carmen, entre el Mercado Central y el cauce del Turia, que ampliar la avenida del Oeste hasta el río. Ello habría provocado el derribo de cientos de viviendas y la desaparición de calles de una manera similar a lo propuesto en el Cabanyal con la ampliación de Blasco Ibáñez —quien nació en una de las calles desaparecidas para la creación de la avenida del Oeste— hasta el mar.

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