El arquitecto municipal de Tavernes de la Valldigna, Juan Tormo, ha aprovechado sus vacaciones de verano para colaborar como voluntario en un proyecto que busca optimizar y potenciar el complejo «Termas de Nangulví», en Ecuador. El objetivo es reconvertirlo en un centro sanitario destinado a atender los casos de rehabilitación y tratamiento de los habitantes de la zona de Intang, en la provincia de Imbabura.

Se trata de una experiencia solidaria a la que el técnico vallero ha dedicado sus días de asueto y que, según comentó a su regreso, han servido para devolver a la sociedad, «todo lo que he aprendido».

Cuando Tormo se embarcó en esta aventura, nunca pensó hallar la riqueza cultural, humana y ambiental de la que se ha visto envuelto en el Cantón de Cotacachi, al norte de Ecuador.

Su trabajo ha consistido en la redacción de un proyecto que trata de repotenciar el complejo turístico de Nangulví, en esta zona de alto valor ecológico, dándole un cariz sanitario aprovechando los beneficios de sus aguas termales para, como relata el propio Tormo, «se puedan atender debidamente los diferentes casos de enfermedades».

El arquitecto municipal de Tavernes, explicó que el punto en el que ha trabajado durante un mes, está en una zona en la que existe un importante yacimiento de cobre. El gobierno de Ecuador ha concedido su explotación a una empresa chilena, algo que, según los habitantes de la zona, destruirá la riqueza natural de este enclave en la región andina del país sudamericano.

En contraposición, el proyecto en el que ha trabajado el arquitecto de Tavernes pretende poner en valor la zona.

La colaboración del arquitecto municipal se enmarca dentro del programa «Expertos Municipales Voluntarios» del Fons Valencià de la Solidaritat al que pertenece Tavernes de la Valldigna.

Cuando llegó, Tormo dice que se encontró «gente amable, humilde y llena de bondad. No hay intereses más que el de preservar la zona en la que habitan y por la que luchan diariamente».

Este complejo, como otros muchos de Ecuador, se concibió como una manera de autogestionar los recursos de los que se disponen. Los beneficios de la explotación de la zona actual de ocio «se revierten en la sociedad, en la educación de los niños o en regenerar la zona» explica.

Esta zona sufrió un devastador terremoto en 1987 y, gracias a la cooperación española, ha podido renacer de sus cenizas pero, según cuenta el técnico vallero, «es impresionante ver a la gente por las calles, comprobar que los niveles de bienestar distan mucho de los que tenemos en Europa, por lo que es más necesaria que nunca la cooperación poder dar un mínimo de calidad de vida a estas gentes, que de lo único de lo disponen es de sus manos y trabajo para construir su sociedad».

Si las cosas van como se ha previsto, el gobierno de la provincia de Imbabura incluirá la inversión en los presupuestos para el próximo 2016, que será cuando arranque la ejecución de las obras de esta nueva zona que dará, además de más sustento económico a los habitantes, un mayor bienestar y salud a aquellos que lo necesitan, gracias a la riqueza natural de sus aguas termales. Tormo dice que ha dedicado 25 días de su vida a este proyecto «con el único afán de ayudar y devolver a la sociedad aquello que ha aprendido.