Buenos días señor Palmer. Usted no tiene la suerte de conocerme así que me presentaré: Me llamo Diego, soy ciudadano de Gandia aunque habito en Madrid, ingeniero de profesión y «tocapelotas» de vocación. Vocación que llevo al extremo con los políticos que no solo no aportan nada con mi dinero si no que además lo usan para su promoción personal. Y, considero que usted es uno de ellos. Creo haber sido bastante claro y, espero y deseo, que me haga cambiar de opinión en un futuro no muy lejano.

Oh, vaya parece que estaba a punto de llamar por teléfono a algún medio de comunicación para volver declarar eso de que ya verá que hace con el pacto municipal ¿Verdad?. Estos ingratos del gobierno de la ciudad no han venido hoy a adularle ¿es eso?. Bueno, no se preocupe, quizá tengan cosas más importantes que hacer como gestionar. Estoy seguro de que en cuanto realicen esas tareas por las que les pagamos vendrá a masajear su ego. Tenga paciencia. No se imagina la tranquilidad que me proporciona saber que usted -como adalid de las virtudes políticas- tiene la potestad de decidir en cuestiones de gobierno. Quiero pensar, que estos avisos (amenazas) son meditados, sopesando argumentos y consecuencias y con apelaciones al honor, de todo lo cual usted ha dado sobradas muestras en estos tres meses.

No quisiera pensar, ignorante en política, que todo se debe a un deseo de parecer un estadista y no un politiquillo local al que el azar de las urnas ha puesto en el lugar más deseado por todo aquel que aspire a sobredimensionar su persona. Maquiavelos de naftalina les llamo yo.

Tengo entendido que usted es hombre de profunda religiosidad, eso está bien pero permítame recordarle que cuando la inspiración divina le llegue ha de ir más allá y realizar un trabajo terrenal que -y quizá ya sea pedir demasiado- ha de redundar en el bien de la comunidad a la que usted tiene la obligación de servir.

Uy, uy, uy?¿Otra vez a descolgar el teléfono?. Vaya, vaya. Antes de que marque el número déjeme que le diga que esta milonga se está pareciendo demasiado al cuento de «Ciro y el Lobo». Ya sé que le parece raro que con todo el poder que acumula usted en su mano -la mano que decide una moción de censura- haya gente que no le tome en serio, pero es que se lo está ganado a pulso. Y, lo que es peor, esta falta de seriedad y coherencia puede afectar a su partido donde, me consta, hay gente preparada y trabajadora. No es que usted no lo sea, vuelvo a repetir, es que no da muestras de ello. Será la modestia. Sus amenazas ya empiezan a oler, apestar, a deseo de significarse y aquí es momento de ponerse serio: flaco favor le hace a su partido -garante de la estabilidad institucional- si uno de sus afiliados garantiza esa estabilidad un día sí, el otro no y el siguiente ya veremos.

¿Qué proyectos cree usted que pueden acometerse si todo depende de cómo sople el viento un día determinado?. Sí, es una (poco) sutil manera de llamarle veleta. Gandia necesita esos proyectos y una estabilidad para llevarlos a término, así que apele a su honor si lo desea pero sobre todo a su responsabilidad política y dejé de amenazar con romper el pacto si, al final, no lo va a romper.

Aprovecho para pedirle que se deje de ejercer de mero opinador y pase a ayudar en la planificación de una mejor Gandia lidere ese cambio. Demuestre que vale cada voto que recibió y cada euro que ingresa. Le advierto que eso implica algo más de trabajo que ser Delegado de la Semana Santa pero un mayor orgullo y satisfacción y, si no lo siente de esa forma, mejor será que deje paso a otros más preparados, con más ganas y más lucidez. La ciudad se lo agradecerá, los ciudadanos se lo pagamos. Bueno, le dejo ya con su teléfono para que ejerza su labor de gobierno.