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La gandiense que sube a los altares

La vida y los hechos de la religiosa que fue fusilada en Xeresa en 1936 y que la Iglesia Católica acaba de proclamar beata por no renunciar a su fe

La gandiense que sube a los altares

Procedente de Manises y de oficio platero, a principios del siglo XIX recaló en el barrio del Raval de Gandia Vicente Monrabal, casado con Rosa Vicent. Al mismo tiempo afincaron sus destinos Baltasar Carsí, natural de Manises y casado con Antonia Puchades, del barrio de Ruzafa de Valencia. Fruto de ambos matrimonios resultaron Manuel Monrabal Vicent y Antonia Carsí Puchades, quienes a su vez engendraron a Vicente Monrabal Carsí, nacido el 30 de abril de 1841 a las 11 de la mañana en la calle Traviesa de la Yesería , 1 del Raval de Gandia.

Vicente Monrabal Carsí casó con su vecina Candelaria Puig Boluda, cuyos hijos fueron Vicente, José, Candelaria y Ana María Monrabal Puig. Tras enviudar muy joven la mujer pasó a vivir a la calle de San Salvador, 13, junto con sus hermanos Clara y Francisco Puig Boluda.

Vicente Monrabal Puig trabajaba de curtidor en la calle Pont Vell d'Oliva, 7-9 cuando una joven de 18 años natural del Ràfol de Salem, Clara Montaner Chàfer, se empadronó en Gandia, pasando a trabajar como sirvienta en la casa de un conocido médico en la calle del Parador de las Tartanas o Canalejas, hoy avenida de Alicante. Tras entablar un noviazgo se casaron en la iglesia de San José, llegando a tener 6 hijos, de los que dos fallecieron prematuramente. Los otros cuatro eran Vicente, Andrés, Jose María y Josefa Monrabal Montaner.

La benjamina de la familia nació un 3 de julio de 1901, pasando a ser el ojito derecho de su padre. El carácter afable y bondadoso la dirigió desde su infancia a una vida religiosa y piadosa que deriva en una postura caritativa y servil para todos. Tras el óbito de su hermano primogénito Vicente, su cuñada tuvo que dejar sus labores y ponerse a trabajar, ya que había enviudado con tres niños, pasando Josefa a realizar la difícil tarea de segunda madre. Josefa siendo muy joven empezó a sentir la vocación de ayudar a los necesitados.

Llegada de la congregación religiosa

El 7 de abril de 1927 recalaron en Gandia las hermanas del Instituto de Religiosas de San José de Gerona, las cuales tenían por cometido la asistencia domiciliaria de enfermos, así como en clínicas y residencias. Gracias a la magnificencia de una familia del Raval que residía frente al campanario de iglesia de San José, en la calle Vallier, situaron su residencia en ella y comenzaron sus actividades sociales.

Josefa, que vivía con sus padres, cuñada y sobrinos en la calle del Pont Vell d'Oliva, pasaba todos los días cuando terminaba sus labores familiares y visitaba a las religiosas, llegando a entablar una gran amistad con su superiora, la madre Fidela Oller Angelats.

De ese roce nació en Josefa un amor espiritual y humano que la llevaría a su decisión de convertirse en «sierva del Señor», algo que le no gustó a su padre Vicente. Ella se tuvo que resignar hasta que una apoplejía apagó la vida de Vicente, en 1928, lo que catalizó su religiosidad para con la comunidad. Hizo su profesión temporal de votos el 18 de marzo de 1931, alcanzando la profesión perpetua la víspera de San José de 1934, acto al que asistieron su madre junto con su hermano Jose María y su esposa Andresa Valls Gavilà.

Sus virtudes y vida religiosa destacaban en la abnegada ayuda y servicio diario a los enfermos. Tras heredar de Ana Morant Laborde una casa de su propiedad en la calle del Padre Gomar, 18, la comunidad de Gandia se trasladó a su nuevo hogar, donde tras reacondicionar las estancias fijó su residencia definitiva. La misa de inauguración la concelebró el abad de Gandia.

Tras estallar la guerra civil, en 1936, y formando parte de la Comunidad de Veladoras de San José de Villarreal, fueron expulsadas, por lo que, por seguridad, retornó a su barrio del Raval con su madre y sobrinos, pero no dudó a la mañana siguiente en visitar, junto a su madre, la comunidad de Gandia, donde su querida amiga y superiora Fidela, ya entrada en edad, quedó gratamente sorprendida y le recomendó que, debido al riesgo, se fuera a su casa del Raval.

Allí se presentaron los milicianos reclamando su presencia, así como el dinero existente y, en especial, la escritura de propiedad de la casa. Recelosos de no haber podido conseguir nada, exclaustraron al resto de la comunidad y encerraron a las religiosas en la cárcel de Valencia, donde fueron humilladas y mofadas mientras temían por sus vidas.

Asesinadas y enterradas en Xeresa

Al atardecer del 29 de agosto de 1936, tras diversas «investigaciones», los milicianos dieron con la morada de las madres Fidela y Josefa, las cuales se ocultaban en la planta superior del calle del Pont Vell d'Oliva, siendo alimentadas por el patio interior mediante una canastilla que su hermano Andrés diariamente les suministraba.

Tras sorprenderlas, la madre Fidela fue arrancada por un miliciano del brazo de Josefa, llegando a romperle el miembro debido a su avanzada edad. La madre Josefa imploraba que no se la llevaran y fue tanto su insistencia que ambas terminaron en un camión, sin posibilidad de despedirse de su madre, siendo trasladadas a Xeresa, donde en un descampado denominado La Creueta, fueron vilmente asesinadas, recibiendo la madre Fidela un tiro en la cabeza y Josefa uno en el riñón.

Una vecina de las afueras de Xeresa, Adela Miralles Ferragud, sobre las diez de la noche oyó un disparo y una ráfaga de metralleta desde el patio interior de su casa. A la mañana siguiente María Fluixá, de 11 años de edad, junto con su hermana y otras personas, creyendo que se trataba de una familiar también religiosa, fueron al lugar de actos, encontrando los dos cadáveres al borde del viejo camino de Xeresa a Gandia. El sepulturero de esta localidad las ató con una soga de esparto y las enterró en este cementerio en una fosa entre dos cipreses.

El 17 de julio de 1939, acabada la guerra civil, la la fosa de Xeresa fue exhumada con el fin de trasladar los restos de las dos religiosas a la Colegiata de Gandia y su posterior traslado al nuevo cementerio de esta ciudad. Bajo la alcaldía de Ramón Sancho Sorita se creó una comisión organizadora del traslado y entierro de las mártires presidida por el segundo teniente de alcalde, Joaquín Climent Blasco, figurando como vicepresidente el Abad Mitrado de la Colegiata Gandiense.

El Consistorio editó para el evento un tríptico en el que figuraban lista nominal de los fallecidos, invitando al funeral a toda la ciudadanía. Los crespones de duelo se repetían por todos los balcones de las calles. La circulación rodada se suspendió por las calles del centro, permaneciendo los cafés y sitios públicos cerrados. Ofició la ceremonia el canónigo de la Seu de Gandia, Ramón Soler, interpretándose la misa de réquiem. La bendición de la «Cruz de los Caídos» fue realizada por el mitrado, trasladándose posteriormente a la Colegiata, la cual estaba convertida en capilla ardiente, donde se hallaban expuestos los féretros cubiertos por banderas nacionales así como coronas florales y de laurel de familiares y amigos, siendo custodiados por una guardia de honor. Un gran pebetero animaba al recogimiento. A las cinco de la tarde se inició la marcha de la comitiva fúnebre que abría una escuadra de gastadores de Oliva. Una gran corona de laurel con dedicatoria de «Gandia a sus mártires» era llevada por los maceros del ayuntamiento.

Los féretros fueron llevados a hombros de los familiares y amigos desde la Colegiata hasta el cementerio, donde se depositaron temporalmente en unos nichos reservados. Tras la construcción del mausoleo definitivo se depositaron en sus respectivas celdillas.

El proceso de beatificación

Sesenta años después, el 6 de mayo de 2000, tuvo lugar en el Coliseo Romano la celebración en memoria de las hermanas mártires Facunda Margenat, Fidela Oller y Josefa Monrabal. La apertura del proceso de Canonización de la Siervas de Dios se celebró el 24 de noviembre de 2001 presidido por Agustín García-Gasco, arzobispo de Valencia, tras ser consideradas «mártires de la fe» y de la persecución religiosa que tuvo lugar durante la guerra. El 10 de noviembre de 2002 tuvo lugar la tercera exhumación de los cadáveres de Fidela Oller y Josefa Monrabal, siendo trasladados los féretros desde el cementerio a la comunidad de Gandia por Jesús Monrabal, nieto de Vicente, hermano de la madre Josefa, para una solemne misa en la capilla de la Congregación en Gandia, donde se depositaron las urnas en una doble hornacina bajo el ara del altar. La clausura del proceso de Canonización tuvo lugar el 11 de enero de 2003 en la Colegiata de Gandia.

Ayer tuvo lugar en la Catedral de Girona la ceremonia oficial de la beatificación de las tres religiosas, ceremonia presidida por el cardenal Angelo Amato, en representación del Papa Francisco, y hoy domingo se celebra una misa de acción de gracias en la Seu de Gandia a las 12.30 horas que será presidida por el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, y el abad mitrado, Ángel Saneugenio.

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