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fin de partida

fin de partida

Nunca había sido más bajo el nivel de los gobernantes de Gandia, en lo ético, en lo social y en lo cultural, como en la legislatura pasada. Sí, cuando un personaje como Arturo Torró fue alcalde de Gandia.

En un artículo publicado hace unos años manifesté que el principal problema de su legislatura no fue la falta de un ideario sólido sino «los intereses personales, los amiguismos políticos que andan agazapados tras el revanchismo sectario y autoritario que se ha instalado por primera vez en nuestra historia local, para conseguir a cualquier precio la renovación de una mayoría política, y que están estrechamente unidos a la manifiesta incompetencia de quienes nos gobiernan para regir los destinos del barco que alberga a esos ochenta mil ciudadanos de Gandia». Hoy, ya con cierta perspectiva, me reafirmo en lo dicho.

Arturo Torró se ha mostrado en sus años de gobierno un experto en la manipulación de la realidad y de las personas. Compró su candidatura a un partido ya desnortado y a gentes de otros partidos a cambio de puestos públicos que ni siquiera trató de ocultar. Contrató, en la empresa pública o indirectamente a través de concesionarias, a un ejército político que le permitiera seguir en el poder. Persiguió con saña todo lo que fue el pasado de la ciudad haciendo del revanchismo y del desprecio de sus adversarios su ideología política. Escindió la sociedad, hundió los valores de Gandia promoviendo una imagen de banalidad. Despreció la cultura, primó sus intereses por encima de cualquier otra cuestión, careciendo de modelo social, económico y urbanístico. Mintió sistemáticamente a la ciudadanía y obvió la necesaria ejemplaridad exigible a todo gobernante.

Ayer me sorprendió saber que me implicaba en una inexistente comisión destinada a producir en Gandia una involución política en la que el Partido Popular desbancase, mediante una moción de censura, al actual gobierno.

Nada más lejos de mí ser y de mis principios. No, no creo que el Partido Popular actual, sea, hoy, referente social ni opción de progreso, tampoco de ética ni de voluntad de mejora de la sociedad. Basta con poner el ejemplo que nos ocupa, con saber que sigue moviendo sus hilos, desde la presidencia popular local, alguien como Arturo Torró. Basta con saber que si llegó a ese puesto fue a base de engaño y de provecho económico para sí y para su partido.

Por eso reconozco públicamente el haber hecho cuanto estaba en mis manos para conseguir que Torró y su Partido Popular abandonaran democráticamente el gobierno de Gandia y, dicho sea de paso, brindo por la continuidad de este gobierno en la ciudad al tiempo que le animo a seguir con el necesario y urgente proceso de regeneración que han iniciado.

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