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la conquista de la safor

«Pujàrem el nostre penó al castell de Bairén»

El rey Jaume I ocupó el castillo gandiense dos años después de entrar en Valencia Un comité de veinte notables moros prometió entregar la fortaleza en siete meses Aunque hubo un amago de batalla, Bairén se rindió sin enfrentamientos

«Pujàrem el nostre penó al castell de Bairén»

Tradicionalmente el 9 d'Octubre conmemora la fundación del reino cristiano de Valencia a raíz de la entrada de Jaume I en la ciudad capital de ese territorio, pero, en realidad, el rey tuvo que seguir, en dirección sur, dando pequeñas batallas y abriendo no pocas negociaciones con el fin de completar el mapa de sus dominios porque, según sus propias palabras, «el Senyor volia que nos tinguérem la terra». Partiendo de Valencia por la costa, el primer objetivo del monarca fue la fortaleza de Bairén, cuya rendición supuso la incorporación de la hoy comarca de la Safor a su nuevo reino.

Es el mismo Jaume I quien lo cuenta en la crónica de los acontecimientos más importantes de su vida, denominada «Llibre dels Fets». En 1239, año después de que Valencia cayera en sus manos, y tras regresar de una estancia en Montpelier, el monarca emprende la conquista del sur.

Cuenta el conqueridor que, estando en el castillo de Cullera, habló con el alcaid de Bairén, un moro llamado Abecendrel, al que le planteó la rendición «perquè no era convenient talar el blat ni els arbres». Ese mensaje de evitar la guerra incluía la promesa de no cometer daños a los moros y permitir que siguieran viviendo en este territorio, como ocurrió generalmente en toda la conquista.

Abecendrel agradeció al rey su talante negociador, pero le pidió que comprendiera que Bairén «era tan bon castell» que «faria mal si tan ràpidament ens el rendia». En ese tira y afloja amistoso, Jaume I accedió a pactar un tiempo prudencial para consumar la rendición, que quedó fijado en siete meses.

No fue necesario, como pidió el rey cristiano, que Abecendrel le entregara como rehenes y garantía de la futura rendición a su hijo y a sus dos sobrinos. El alcaid moro ofreció a cambio la palabra «dels vint millors vells dels sarraïns que eren en aquell castell», es decir, de un comité de personas mayores en las que Jaume I acabó confiando plenamente.

Esos siete meses de tregua previa a la rendición terminaban en agosto de1240, periodo durante el cual, porque así figuraba en el pacto, los cristianos se instalaron en una pequeña torre situada cerca del promontorio sobre el que se eleva el castillo gandiense.

Antes del acuerdo quedó claro que, con Bairén, se entregarían al nuevo rey las fortalezas de Vilallonga, Borró (Ròtova), Vilella (Almiserà) y Palma, que, aun siendo menos importantes que el primero, dice Jaume I que «eren castells de roca, grans i forts».

Ocho días antes de que se cumplieran los siete meses del pacto, fue el noble Pelegrí d'Atrosillo quien acudió al rey para recordarle que el alcaid de Bairén debía entregar el castillo, de manera que Jaume I salió de Valencia y se instaló en la fortaleza de Cullera.

Llamado Abecendrel para que cumpliera con su palabra y «la dels vint millors vells» de Bairén, fue un intérprete moro, «que sabia el nostre llatí», quien comunicó a Pelegrí d'Atrosillo que el alcaid no podía desplazarse por una inoportuna enfermedad: «havia vingut febre i no podia seguir avant», fueron sus palabras.

Aquello, obviamente, levantó sospechas a don Pelegrí, quien anunció que se preparaba por si se originaba un ataque sorpresa a la torre que los cristianos tenían cerca del castillo. Si eso ocurría, haría dos hogueras para que Jaume I, desde Cullera, pudiese saber que se había generado un enfrentamiento.

Pelegrí d'Atrosillo entendió que los moros iban a consumar su ataque e hizo las dos «alimares», lo que generó la inmediata reacción del monarca y de sus tropas, a pesar de que «l'estany de la marjal que ve de Corbera» obligó a usar barcas «perquè havia plogut molt». Narra el rey en su «Llibre dels Fets» que «els cavalls passaren en grups de tres o quatre, portant-los per les regnes i nadant». La comida para las tropas, «pa, vi i carn salada», llegó con barcazas por el mar.

A los pies del castillo de Bairén Jaume I preguntó a Pelegrí d'Atrosillo por qué había encendido las fogatas de alarma si no se apreciaba ataque alguno, a lo que el noble respondió que oyeron señales para avisar a las alquerías del valle para que la población se protegiera y que aquello les había sugerido que iban a atacar. «Creiem que no ens han combatut per les alimares que us hem fet», le dijo Pelegrí al monarca. Jaume I le ordenó que se acercara al castillo y comunicara al alcaid sobre su presencia en el lugar para cerrar la rendición pactada siete meses antes. Como era de noche, Abecendrel volvió a pedir tiempo hasta la mañana siguiente, y fue entonces cuando el mismo rey le recordó su obligación de rendir el castillo.

Aceptado lo inevitable, por la tarde llegaron a presencia de Jaume I «uns vint sarraïns, els més notables que es trobaven al castell i a la vall», con quienes convinieron que, a la mañana siguiente «ens lliurarien el castell». A la salida del sol, Jaume I y sus tropas celebraron misa para agradecer esta nueva conquista, tras lo cual los «sarraïns» cedieron la fortaleza.

Posesión y regreso a Cullera

Obviamente aquel instante no tiene ni la épica ni la trascendencia de la rendición de Valencia, cuando el rey confesó que, al ver su estandarte ondear en la torre, descabalgó, lloró, besó la tierra y dio gracias a Dios por esta importante conquista. En este caso Jaume I escribió sobre Bairén que, cumplida la rendición, «férem pujar el nostre penó, amb homes armats, al castell. I així ens el lliuraren, en pau i satisfacció».

La posesión se ejecutó de inmediato y, tras, proveerlo «de queviures i armes», lo dejó en manos de Pelegrí d'Atrosillo «perquè el tinguera en nom nostre», tras lo cual el rey regresó a Cullera y de allí a su residencia en Valencia.

A partir de esta jornada de agosto de 1240, las tropas cristianas dominaron la Safor y sobre una de las alquerías situadas en el centro del valle levantaron una fortificación que, fruto de ampliaciones y mejoras, acabó convirtiéndose en la ciudad de Gandia.

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