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Adiós a un icono de Gandia

La Cafeteria i Pastisseria Tano cerró ayer tras 50 años de existencia y marcar una época en la repostería y la hostelería de la Safor - La compra de complejos para ampliar el negocio coincidió con la crisis y abocó a la empresa a su liquidación

Adiós a un icono de Gandia

Cientos de gandienses se sorprenderán hoy al pasar por el paseo de les Germanies y ver que la Cafeteria i Pastisseria Tano está cerrada, y más aún cuando sepan que este cierre no es provisional, sino que la empresa, toda una referencia en el sector de repostería y la hostelería de la ciudad, ya no volverá a abrir.

A la pena de los dueños de esta empresa familiar se une el drama de algunos de los veinte trabajadores que quedaban. Hace unos meses eran cuarenta, y en tiempos en que Tano explotaba los chiringuitos de la playa de Gandia la relación de empleados alcanzó los doscientos.

Sentados en una de las mesas del paseo gandiense, y mientras llegaban mensajes de ánimo y de tristeza de amigos y clientes históricos de la pastelería y la cafetería, los hermanos Fina, Pep y Toni Gomar contaban el jueves pasado a este periódico que Tano abrió sus puertas en el centro de la estrecha calle de la Puríssima en marzo de 1965, hace algo más de cincuenta años. Era una cafetería a la que Cayetano Gomar, el padre de los tres, llevaba el pan y los dulces con una furgoneta desde el obrador situado en el barrio del Raval. La empresa fue a más y posteriormente amplió los espacios, hasta ocupar toda la planta baja que da a la esquina de Puríssima con la calle de Sant Francesc de Borja.

Aquel espacio fue un punto de reunión de la «progresía» de Gandia de finales del franquismo y de la transición, y algunos recuerdan que casi formaba «tándem ideológico» con la Llibreria Concret, que estaba justo al lado.

Pero Tano siguió creciendo. Primero abrió un local en primera línea de la playa y, hace veinte años, se atrevió con una gran cafetería de diseño moderno y aires muy europeos que ocupaba toda la planta baja del cine Colom, en la misma calle de Sant Francesc de Borja.

En toda esta evolución Tano fue mucho más que un simple negocio de Gandia. En el deporte instauró la Volta Ciclista que llevaba su nombre y en baloncesto potenció los equipos de la ciudad, primero con el Gandia Nou Bàsquet y después con el Gandia Bàsquet. También se implicó patrocinando publicaciones y un sinfín de actividades culturales, lo que elevó la marca Tano, para muchos la mejor pastelería de la ciudad, al nivel de icono de Gandia.

Con el tiempo, la empresa se metió en los negocios que después no salieron bien. Primero los chiringuitos de la arena de la playa de Gandia, en los que llevó a cabo una millonaria inversión que nunca tuvo su retorno, y después en la compra del antiguo hotel Don Ximo, convertido en Tano-Resort, que tampoco alcanzó nunca la fama de los locales que la firma tenía en la ciudad. Igual pasó con la compra del complejo del antiguo monasterio de Aigües Vives, reconvertido en hotel y salón de banquetes con Tano-Monestir.

La crisis puso la guinda a todas esas inversiones. Resultó imposible vender esas propiedades por un precio similar al que se había comprado, y todo ello, sumado, impidió remontar el vuelo.

El noviembre de 2013 la empresa se vio obligada a declararse en concurso voluntario de acreedores, todavía con la esperanza de poder superar el trance y, al menos, intentar mantener abierto el negocio que, cincuenta años atrás, le había puesto en el mapa empresarial de Gandia. Pero en estas situaciones los jueces aplican la máxima de la ley y el 22 de septiembre pasado abrió la fase de liquidación de la empresa, condenándola a su desaparición.

Millones de anécdotas

Tano cerró ayer, pero su nombre ha quedado inscrito en la historia del último medio siglo de Gandia, y sería gordo el libro que intentara resumir las anécdotas que se han sucedido en sus locales. Fina Gomar cuenta, por ejemplo, que en los años de la transición servían muchos cafés a policías de la ciudad que acudían allí para intentar saber qué se estaba cociendo en el nacionalismo de izquierda, cuyos dirigentes, como el fallecido Paco Candela, eran clientes habituales.

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