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EL entusiasmo DE UNA ÉPOCA NUEVA

EL entusiasmo DE UNA ÉPOCA NUEVA

Hace demasiados años que estamos exhaustos de ofrendar nuevas glorias y no lo sabíamos. Y que, en un exceso de ofrenda, no nos habíamos percatado de que contribuíamos al Estado pagando como una comunidad rica cuando todos los índices nos sitúan entre las más pobres. Un exceso de aportaciones que ha supuesto una disminución de los recursos, cuando no un injusto trato o, peor, una invisibilidad que no arregló ni el «Tres en raya» del PP. Valencia no existía y Gandia menos aún. Los datos son para creérselos: no hablamos de frías estadísticas; menos dinero son los juzgados más colapsados de España, la transferencia a un sistema de salud o educación precarios (colegios por construir, centros de salud que no llegan) y, especialmente, menos infraestructuras que nos dejan arrinconados y en el furgón de cola de las inversiones, la generación de empleo o las expectativas de generar riqueza económica y empleo futuro para generaciones enteras bloqueadas.

Eso, y no otra cosa -que no es poco- se juega Gandia el 20 de diciembre, camuflando entre el espíritu de la Navidad, los buenos propósitos y el ambiente de consumo la histórica decisión de abrir una nueva época y marcarle el camino por el que ha de transcurrir. Porque ni el destino existe ni se ha hecho la determinación de dormir o esperar por si acaso a que otros lo hagan por nosotros.

Nos toca a nosotros, a quienes hemos visto amigos emigrar a Londres; madres y padres bloqueados porque el mercado laboral no los admite a sus 50 años; porque ponemos rostro a la cola del paro y a la pobreza que, por primera vez en esta historia infausta, tiene nómina, aunque precaria. O que no tiene otro remedio que acudir a la cola del comedor social. O que pasó frío el anterior invierno, antes de que el gobierno de la Generalitat aprobara el Plan contra la pobreza energética de este.

El histórico camino decide en qué queremos convertirnos y, mejor, desde qué camino vamos a hacerlo. Solo habrá salida a esta depresión colectiva que ha dejado a millones de personas en la cuneta de su historia, con una distribución equitativa de los recursos que nos quedan, con una justicia social que permita que el Estado de Bienestar sea de verdad y para todos, da igual si podemos o no pagarlo con nuestros recursos familiares. Ese es el camino del que no nos habla la derecha mayoritaria que ha venido a saciar los estómagos de los de siempre y los bolsillos de los suyos; del que tampoco hablan quienes creen que la política emergente solo puede hacer tabla rasa de todo. Sin desmemoria no hay futuro. Sin extraer lo mejor de lo que somos hoy, tampoco. Es verdad que hay que hablar de justicia social, profunda regeneración colectiva (reforma constitucional para un nuevo encaje donde no ser menos que nadie y se nos trate igual) y nueva gobernanza económica. Pero hay que hablar también del olvidado espíritu de superación colectivo y del papel de nuestra ciudad, que debe dejar de ser invisible en Madrid. Y para eso, hay que poner rostro a sus redactores: no podrá hacerlo quien nos ha sometido a sufrimiento, ni tampoco quien, desde la nueva política, disfraza recetas tan viejas. Deberá hacerlo quien, como nosotros aquí, ha venido a hacer las cosas de otra forma con sensatez, rigor y pensando primero en la gente. Y la opción contra la invisibilidad y la desmemoria, por ambición colectiva de una ciudad que se juega todo, tiene perfil y rostro: el PSOE y Pedro Sánchez. Discutid, no rehuyáis ningún debate y no esquivéis ninguna idea: la política, al fin. Que nos puedan el entusiasmo y que defendamos la alegría de conseguirlo.

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