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El capitán del Titanic

Edward John Smith fue el capitán del Titanic, el trasatlántico que en abril de 1912 se hundió al chocar con un iceberg. Ni Smith ni su tripulación vieron el bloque de hielo hasta que ya fue demasiado tarde y no pudieron esquivarlo. El barco naufragó a las dos horas de la colisión y su capitán se hundió con él.

Algo parecido les ha ocurrido a los dos principales partidos políticos españoles en las elecciones generales del pasado 20 de diciembre, cuando también colisionaron con un iceberg. A diferencia de Smith, los capitanes de los dos partidos políticos, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, ya llevaban mucho tiempo avistando el témpano contra el que se iban a estrellar.

Al contrario de lo ocurrido con el Titanic, ni los populares ni los socialistas se han hundido todavía y ambos aspiran a presidir el próximo gobierno, pero si no emprenden rápidamente las reformas internas de sus paquidérmicas, obsoletas y oligárquicas estructuras de partido y propugnan una regeneración profunda, pueden acabar en el fondo del mar haciéndole compañía al pobre capitán Smith.

Entre los socialistas ya se deja sentir con fuerza el síndrome del PASOK (repetir la historia de la virtual desaparición del partido socialista griego), mientras que sobre el PP sobrevuela el recuerdo de la UCD, que pasó de gobernar el país a la irrelevancia.

En Gandia las elecciones generales han sido fiel reflejo de lo ocurrido en el resto de España, con la diferencia de que el PSOE ha quedado relegado a la tercera posición, por detrás de Compromís-Podemos.

La pérdida conjunta de votos de PP más PSOE respecto a las generales de 2011 ha sido de 10.240 votos: 8.103 pierde el PP y 2.137 el PSOE. Estos votos, sumados a las pérdidas de 1.294 votos de UPyD y de 663 votos de EU, constituyen el botín electoral que se ha repartido entre Compromís-Podemos (6.843 votos ganados) y Ciudadanos (5.316 votos ganados). En resumen: el PP pierde el 38,2 % de su electorado de 2011, mientras que el PSOE pierde el 23,0 % del suyo.

La interpretación de la debacle electoral de los dos grandes partidos, tanto en España como en Gandia, es simple y compleja al mismo tiempo. Por diversas causas ambos partidos hace tiempo que han quedado aislados de la sociedad y de sus electorados; cada vez son más incapaces de incorporar nuevos cuadros a sus estructuras endogámicas, condicionadas por complejas tramas de intereses más o menos personalistas y más o menos espurios.

El aire está tan viciado que ya no pueden ver con claridad lo que ocurre fuera de sus sedes y no hay nadie que abra las ventanas para que corra un poco de aire fresco, porque si alguien se atreve a intentarlo, es condenado rápidamente al ostracismo. Tuvieron mucho tiempo para ver el bloque helado con el que se iban a estrellar, pero siguieron como siempre, sin aplicar el consejo de Albert Einstein de que «si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo».

A pesar de todo, los dos partidos mayoritarios aún agrupan, tanto en España como en Gandia, a la mitad del electorado (50,7 % en España y 53,7 % en Gandia). Sus buques han quedado maltrechos aunque no hundidos. El futuro dirá si van a ser capaces de seguir a flote o si seguirán ignorando los mensajes que la sociedad les envía con sus votos y seguirán alimentando procesos autodestructivos que pueden conducirles a las profundidades del océano.

El futuro más inmediato es asegurar la gobernabilidad de España y sería irresponsable que no se alcanzaran los acuerdos necesarios para formar un gobierno estable, forzando unas nuevas elecciones.

Indalecio Prieto, el histórico dirigente del PSOE que se definía a sí mismo como «socialista a fuer de liberal» decía que «acaso en España no hemos confrontado con serenidad las respectivas ideologías para descubrir las coincidencias, que quizá fueran fundamentales, y medir las divergencias, probablemente secundarias, a fin de apreciar si estas valían la pena de ventilar en el campo de batalla».

La invitación al diálogo y la convivencia de Prieto sigue manteniendo su validez hoy en día. Está en manos de los principales partidos llevarla a la práctica.

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