Resumir en pocas palabras un fondo ideológico (o disimular las intenciones reales) no es nada fácil, como demuestran los lemas empleados en la campaña electoral de diciembre: eran tan malos que casi ya podía reprocharse anticipadamente a los partidos la falta de imaginación que después -unos y otros- confirmaron con creces: ¿cómo iban a pactar nada quienes habían sido capaces de endosarnos unos eslóganes tan pedestres?

Visto desde el marketing político, el lema más potable fue, sin duda, el del PP, «España, en serio», lo que da una idea del nivel logrado. Breve y sencillo como un brochazo, pero de probada eficacia en parte del electorado al que iba dirigido, el lema del PP recordaba que hay cosas que no se pueden tomar a risa (como hacen los demás partidos, todos ellos liderados por cómicos) y deben dejarse en manos de gente competente, patriótica y muy mayor.

La apelación a la seriedad y al españolismo cañí es un viejo truco retórico que revela una idea folclórico-patrimonialista de la política, conecta las victorias de la selección de fútbol con las hazañas de don Pelayo y el salto de la rana de El Cordobés con el pensamiento filosófico de Bertín Osborne como ejemplo insuperable de modernidad. La media de edad del votante del PP es de 62 años.

El eslogan del PSOE era menos emocional, más franco, directo e informativo (si se quiere, más naturalista) pero por eso mismo también más volátil. «Un futuro para la mayoría» es una frase con tanto gancho como «Mañana tengo dentista» o «Cuando vuelvas, compra ajos». Vamos, que no es que se recuerde con pasión ni evoque imágenes irresistibles, aunque haya lemas peores. Por ejemplo, el de C's, «Con ilusión», que parecía inacabado, como si el creativo encargado de la cosa, harto de exprimirse los sesos, hubiese huido a México para empezar desde cero en otra profesión menos angustiosa. Por emplear la expresión de un bello texto poético -la Ley de Fincas del 79- el eslogan de C's era «manifiestamente mejorable».

A diferencia de los anteriores, el lema electoral de Podemos, «Un país contigo, Podemos», parecía casi musical, ligero, y arrolladoramente juvenil, aunque a la manera en que hoy son arrolladoramente juveniles ciertos programas televisivos de los años 80 («Un país contigo» parece el título de uno de ellos) y algunos cantautores jubilados de los 70 que también tuteaban al personal. No es extraño que Llach -«si jo l'estiro fort per aquí, si tu l'estires fort, etc»- sea uno de los iconos filarmónicos del partido y que dos de los guionistas de «La bola de cristal» se hayan convertido en referentes ideológicos de la causa. El eslogan, en fin, era una novedad que también habría que remitir críticamente a la citada Ley de Fincas.

No sabemos qué nos reserva el futuro inmediato en cuestión de eslóganes de campaña, pero, vista la insuficiencia creativa de los grandes partidos, sería razonable animar a sus terminales locales a participar en una tarea difícilmente empeorable. Después de todo, la política local y regional ha sido durante medio año la única reconocible mientras la otra, la de alto coturno, se declaraba ausente. A ver si ahora va a resultar que cuando Torró irrumpió como un jabato en la campaña de diciembre con aquella foto que le mostraba abrazado a Rajoy no estaba metiendo la pata por enésima vez y contrariando a Bonig, sino señalando el futuro desde lo local globalizado y viceversa. Como aquel viejecillo de Falstaff, podríamos ya exclamar, entre suspiros: «¡Jesús, la de cosas que hemos visto!».