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Concepción, gloria y «desaparición» de un museo

Si no se soluciona el conflicto, Gandia habrá perdido la exposición de una colección de arte sacro que fue «descubierta» en una visita de Vicent Pellicer

Concepción, gloria y «desaparición» de un museo

Hace quince años, el historiador del arte Vicent Pellicer pudo entrar en el convento de clausura de Santa Clara, en Gandia, y observó las muchas obras de arte que durante siglos había acumulado esta congregación religiosa cuyo origen se remonta al siglo XV, cuando la ciudad fue centro de un ducado real.

Pellicer confiesa que se quedó muy sorprendido de aquella colección de cuadros, tallas y reliquias cuyos autores figuran en el inventario de algunos de los museos más importantes del mundo. Paolo de San Leocadio, Juan de Juanes, Paolo de Matteis o José de Ribera, entre otros. Pese a la sorpresa, esa colección de arte metida en un convento de clausura tampoco era extraña si se tiene en cuenta que sus «mecenas» fueron la mismísima familia Borja, la que entronizó dos papas en Roma. A modo de ejemplo, María Enríquez, abuela de Francisco de Borja, duque, santo y patrón de Gandia, está en la relación de las abadesas del convento franciscano.

Aquello no podía seguir así, pensó Pellicer. Obras de arte de altísimo nivel restringidas solo a quienes podían superar los muros de la clausura conventual y sometidas a condiciones ambientales poco adecuadas, lo que aceleraba un proceso de degradación. Algunas obras incluso estaban irreconocibles y se ha sabido de su autoría, y de su enorme valor, después de pasar por el taller.

Esa preocupación se la trasladó al Ayuntamiento de Gandia, entonces gobernado por la alcaldesa Pepa Frau, quien coincidió con Pellicer en la necesidad de hacer algo para restaurar obras, y, en la medida de lo posible, ponerlas a la vista de la ciudadanía. Frau se trasladó inmediatamente al convento para presenciar in situ esa extraordinaria colección de obras de arte de carácter religioso desconocida y escondida para la mayor parte de los ciudadanos.

La primera idea fue abrir una negociación con la congregación de monjas clarisas para que permitiera que el ayuntamiento restaurara algunas piezas, y eso se logró gracias a la buena predisposición de todas las partes. A cambio, se organizaron dos grandes exposiciones que, por primera vez, permitieron sacar a la luz lo que se bautizó como «tesoros de las clarisas». A lo largo de los años el ayuntamiento invirtió cerca de 600.000 euros en restauraciones y exposiciones de las clarisas, pero la propiedad de las obras sigue siendo de la congregación.

Como es lógico el ayuntamiento quería más y Vicent Pellicer también, de manera que plantearon el paso siguiente, que consistió en proponer a la abadesa del monasterio, la ya fallecida sor María Consolación, la posibilidad de ir sacando las obras restauradas y crear un museo. En la relación que poco a poco se fue elaborando también se incluyeron algunas de las reliquias, como el cordón del hábito de San Francisco de Asís que la madre de San Francisco de Borja se ciñó a la cintura para dar a luz a su hijo.

Las religiosas, sin embargo, no querían un museo en su convento porque, como ha ocurrido en otros lugares, en horario de visitas se tendrían que encerrar en otros espacios, limitando la libertad de movimiento en su propia casa.

La puerta secreta al monasterio

Puestos a superar obstáculos, se halló la solución para compaginar devoción, propiedad de las obras y exposición permanente al público. El ayuntamiento, entonces ya bajo la alcaldía de José Manuel Orengo, aceptó la propuesta de Vicent Pellicer para que el museo se situara en el antiguo hospital de Sant Marc, un edificio gótico del siglo XV de propiedad municipal situado junto al monasterio. El proyecto de adecuación, que acabó costando más de un millón de euros, contemplaría la apertura de una «puerta secreta» a disposición exclusivamente de las monjas clarisas, de manera que podrían entrar cuando lo desearan para seguir contemplando las obras de arte, rezar ante ellas o venerar sus reliquias.

El momento clave en la creación del Museu de Santa Clara se produjo en 2010, año en que Gandia celebró por todo lo alto el 500 aniversario del nacimiento de Francisco de Borja. El 19 de febrero, y tras muchas negociaciones, la nueva abadesa, María de la Paz Mir, estampaba su firma para que Gandia cumpliera un sueño cultural que nadie habría podido imaginar. Junto a la abadesa firmaron el alcalde de Gandia, José Manuel Orengo, que comprometía financiación para el proyecto, y el vicario general de la Archidiócesis de Valencia, Vicente Fontestad, un sacerdote que estuvo destinado en Gandia y que actuaba como delegado para la correcta gestión de las obras de arte.

Aún pasaron cinco largos años para que el museo viera la luz. Eso fue ya con otro alcalde, Arturo Torró, en marzo de 2015, momento en que, después de terminadas las obras de adecuación del antiguo hospital de Sant Marc, se inaugurara la exposición permanente con un centenar de obras. En ese acto el arzobispo Antonio Cañizares alabó ese espacio cultural que, según dijo, también era un lugar «de oración».

Del gozo al conflicto

Desde entonces, miles de personas han presenciado las obras, pero nunca nadie llegó a pensar que, quince meses después, el museo «desaparecería» en un hecho insólito. Ocurrió el lunes pasado cuando tres operarios de una empresa de Alicante, enviados por el delegado del Arzobispado de Valencia, Ximo Company, entraron a las 9.30 de la mañana por la «puerta secreta» y, tras desconectar las alarmas en el día en que el museo permanece cerrado al público, trasladaron las obras otra vez al convento. La operación se prolongó durante cuatro largas horas de idas y venidas entre el antiguo hospital de Sant Marc y la clausura monacal.

El conflicto surge porque el Arzobispado de Valencia considera que, al no haber creado plazas de funcionarios para el equipo de dirección del museo, se ha incumplido el convenio firmado en su día, pero el Gobierno local apunta a que, en realidad, lo que pretendían los representantes de la Iglesia era imponer a las personas que iban al estar al frente, y añade que el Plan de Ajuste Económico firmado con el Ministerio de Hacienda para reducir la deuda municipal prohíbe crear nuevas plazas de funcionarios.

Cuando el concejal de Cultura, Joan Muñoz, buscaba otras fórmulas, entre ellas una en colaboración con la Generalitat, se produjo el inesperado traslado de las obras de arte, algo que sorprendió al Gobierno local, que lo ha denunciado, según la alcaldesa, con el objetivo de preservar la responsabilidad del consistorio en la custodia de esas obras de arte que ayer seguían en el convento.

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