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museo company

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A pesar de las evidencias, la noticia de la desaparición de más de un centenar de obras del Museu de Santa Clara ha provocando interpretaciones diversas. Ximo Company tenía la suya, realmente interesante para entender con qué ligereza un disparate puede situarse al nivel de un argumento razonable. Sus explicaciones han sido absurdas, y quizá por eso mismo se han jaleado tanto en el PP local, donde la llama del pensamiento filosófico de Torró permanece intacta.

La gran coartada de Company ha consistido en recordar -como hizo en un atildado escrito publicado el jueves en este periódico- que ya advirtió en marzo al Ayuntamiento de Gandia de que retiraría las obras museo si no «se actuaba bien». Pero esa mentalidad de compañía eléctrica que anuncia el corte del suministro solo demostraba la inquietante psicología de Company en relación con su idea del «bien», no que haya que asumir el cumplimiento de una amenaza descabellada como el acto más lógico en una negociación.

Es obvio que, como afirmaba Company, el museo precisa de personal experto adecuado, pero también lo es que el consistorio, debido al Plan de Ajuste, no podía realizar contrataciones como las exigidas por el Arzobispado de Valencia y buscaba vías de solución alternativas que, en su escrito, Company calificaba despectivamente de «rocambolescas». Ese era el estado de las negociaciones antes del vaciamiento del museo. No había más. ¿Qué debería haber hecho el Ayuntamiento de Gandia para complacer a Company y al Arzobispado, es decir, para «actuar bien»? Company no lo dijo claramente y se limitó a reivindicar públicamente el desguace del museo, desairando a la ciudadanía y obligando al consistorio -como responsable de la custodia de la colección de obras de arte- a tener que denunciar en el juzgado la desaparición de las obras.

Tiene cierta gracia siniestra que, después de todo ese estropicio, el profesor se atreviera a enviar a la prensa un engolado escrito, casi con el eco incorporado, que arrancaba así: «Que nadie dude en Gandia que sigue invariable la voluntad y el deseo de la Comunidad de las Madres Clarisas de contribuir con su valioso patrimonio artístico al enriquecimiento y goce estético, cultural y espiritual de toda la ciudad de Gandia». A lo que cabría responder, más llanamente, con la célebre expresión borbónica: «¿Por qué no te callas?». Porque desde el viernes, como demostró este periódico, sabemos que las razones del vaciamiento del museo eran más mundanas, mucho menos espirituales: lo que quería el profesor era que el Ayuntamiento se plegara a sus designios y que, como informó Levante-EMV, nombrase con carácter inmediato y funcionarial al equipo directivo «que el propio Company proponía».

Es sencillamente inaceptable que el sentido patrimonialista y la exhibición de la propiedad mostrados por el delgado del Arzobispado pretendan, además, tener derechos sobre el uso del dinero público. Si Company o el Arzobispado quieren crear un equipo técnico a la medida de sus criterios que se lo paguen. O que aprendan a negociar.

Retomar las conversaciones para resolver un problema absurdamente creado por el representante del Arzobispado no será posible mientras una de las partes siga argumentando a martillazos desde la irrealidad y pretenda convertir el Museu de Santa Clara en el «Museu Company» a costa del erario.

Más allá de la florida retórica y las declaraciones de buenas intenciones, lo realmente razonable sería devolver ya las obras al museo y apearse de lo que - bajo la cáscara de una pretendida espiritualidad- no es más que intolerancia.

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