Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Una cubierta contra el infierno

Los taxistas de Gandia huyen a mediodía del hospital al no tener una protector que les tape el sol Acusan al ayuntamiento, a la gerencia del centro y a la Generalitat de no solucionar el problema

Una cubierta contra el infierno

No es extraño que, como ya ocurrió el verano pasado, los usuarios del hospital de Gandia que buscan un taxi no lo encuentren. Muchos de los profesionales evitan esperar en la parada porque está situada a pleno sol, sin ningún elemento que les proteja de las altísimas temperaturas a las que llegan sus vehículos en esas condiciones.

«Antes íbamos, pero ahora ya no», señalan dos profesionales mientras esperan clientes junto a la estación de ferrocarril de Gandia. Sin cubierta para el sol, durante las horas centrales del día solo van al hospital si les llama algún cliente. «Es insufrible», añaden mientras lamentan que nadie haya puesto solución al problema.

Jesús Martínez, presidente de la Asociación de Taxis de Gandia, explica a este periódico que llevan tiempo intentando conseguir su objetivo. El año pasado, apenas inaugurado el nuevo hospital, comprobaron que bajo el sol era imposible permanecer, y pidieron esa cubierta que les aliviara.

Dice Martínez que el entonces alcalde, Arturo Torró, prometió la cubierta y una mejor señalización de la parada de taxis que incluyera el teléfono para que los usuarios pudieran llamar si en el momento de requerir un servicio no había ningún taxi en espera. «Ni entonces ni ahora» se lamenta Martínez, que aún está esperando que la dirección del hospital, el ayuntamiento o la Generalitat atiendan su demanda para no achicharrarse en verano mientras esperan clientes en un lugar tan concurrido y con muchas posibilidades de trabajar todos los días de la semana, incluso por las noches.

El presidente de los taxistas corrobora las palabras de los dos profesionales en el sentido de que resulta imposible estar en el coche esperando con el aire acondicionado porque eso obliga a tener el motor en marcha, con el consiguiente desgaste del motor y el coste del combustible que genera. Y tampoco pueden alejarse del vehículo para buscar sombra porque no escucharían las llamadas que les llegan a través del sistema de comunicación que llevan incorporado.

«Los perjudicados somos todos, nosotros y los clientes», concluye Martínez, dado que los taxis de Gandia son los únicos autorizados a esperar a usuarios de un edificio que genera una enorme movilidad de personas.

Compartir el artículo

stats