La verdad es que me ha sorprendido que en el escrito publicado el viernes en Levante-EMV, el señor Guillermo Barber solamente utilice un par de adjetivos. Habla de comentario «pueril» y me tacha de «ineficaz». Lo cierto es que me esperaba bastante más. No voy a entrar en detalles sobre lo que el regidor popular opina respecto de mi gestión, puesto que entiendo es labor de la oposición fiscalizar la tarea del gobierno. Dentro de tres años serán los ciudadanos quienes nos juzguen en las urnas, aunque el jefe ya va diciendo por ahí que en octubre vuelve el PP. Es como el cuento de Pedro y el Lobo y así llevamos un año. Pero sí quiero puntualizar alguna que otra inexactitud.

Dice que yo interrumpo en las sesiones plenarias cuando la oposición está en el uso de la palabra. Quiero recordarle que quien concede los turnos es la presidencia del pleno -la alcaldesa en este caso- y en dos ocasiones -una al señor Soler y otra al señor Barber- les he interpelado precisamente cuando no tenían concedido el uso de la palabra, lo cual es de mala educación, como me enseñaron de pequeño. Cuanto digo es fácilmente demostrable acudiendo a los archivos videográficos de las sesiones plenarias. Nunca he interrumpido a ningún compañero de corporación cuando ha estado en uso reglamentario de la palabra.

El Diputado Provincial me acusa de desconocer el funcionamiento de la Administración Local. Cierto. No soy un político profesional como él, pero tengo los conocimientos suficientes para poder realizar mis nuevas tareas con decoro, entre otras razones, por mi condición de licenciado en Derecho, pues las materias que marcan el quehacer diario de la Administración forman parte del currículum de la Licenciatura (Derecho Administrativo, Civil, Penal, Constitucional, Laboral?)

No está bien que me acuse de confundir el hemiciclo consistorial con un campo de tercera regional. Muy rebuscada comparación. Me precio de haber comenzado mis tareas como profesional de la información deportiva en campos de tercera, en donde me fui curtiendo hasta poder disfrutar de los grandes estadios del mundo, todo ello, hasta que el Partido Popular de la Comunitat Valenciana decidió que los valencianos ya no éramos ciudadanos de primera y pasábamos a la tercera regional con el apagón de la Radio y Televisión autonómicas, dejándonos tal empastre que todavía hoy no se sabe cómo recuperar el servicio.

Y eso es lo que nos hemos encontrado en Gandia, un empastre tras otro, saltándose las más elementales normas de procedimiento administrativo, siendo el señor Barber cómplice de la situación por acción, omisión o conveniencia. A menudo siento vergüenza cuando escucho a empresarios de Gandia cómo fueron engañados por el «coste cero». Pueden escribir cuánto quieran pero en Gandia nos conocemos todos.

Y termino con el tema de las lecciones. Señor Barber: la única lección que me puede dar es cómo hacer unos presupuestos ilegales y esa no me interesa.