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desde el núcleo irradiador

Según Mónica Oltra la culpa del mal resultado de la coalición con la que Compromís concurrió a las elecciones la tienen los votantes del PP. El General Julio Rodríguez, candidato de Podemos y ex-Jemad, va un poco más lejos al afirmar que «la mitad de los electores no creen en la ética, y eso... empieza a ser peligroso». Oltra riñe a los votantes del PP y propone practicar la pedagogía para evitar que reincidan: ¿qué haremos con ellos, honorable Oltra? ¿Campamentos para reeducar a los votantes del partido de la ignominia? Al General Rodríguez la mitad de los electores le resultan peligrosos: ¿qué hacemos con ellos, mi General?

Según Pablo Iglesias muchos votantes no le votaron por miedo a que gobernara, como si éste fuera un factor innoble o peyorativo. En realidad el miedo que ha sentido un sector del electorado a que Iglesias y sus aliados llegaran al poder, es legítimo y razonable y ha pesado más que los corazones naif, el estilo Ikea y las sonrisas de la campaña electoral. Eran el partido de la gente, la sonrisa de un país, pero la gente les ha tenido miedo ¿qué hacemos ahora con la gente, compañero-camarada?

Como escribía hace unos días Ramón Cotarelo, Podemos y sus acompañantes tiene un problema serio porque sus infantiles líderes no digieren que «la gente no los vota porque no los quiere». Pero no parecen dispuestos a abandonar su arrogancia intelectual para reflexionar sobre qué es lo que han hecho para que sus expectativas electorales se hayan evaporado.

Tanto Podemos como Compromís y otras confluencias tienen un problema metafísico. Más allá de la conquista del poder, no tienen claro qué son, cuáles son sus valores y sus fines ni cuál es el sentido de su existencia, ni como partidos políticos ni como coalición. Cotarelo, que fue profesor de los lideres de Podemos, ha criticado la inconsistencia de un discurso político en el que «no se expone una sola posición política o moral sino que se respaldan todas, sean o no contradictorias y tengan el efecto que tengan». El concepto del significante vacio se ha forzado hasta el límite, intentando rellenarlo con todo lo que estaba a mano hasta la confusión más absoluta, lo que lógicamente ha generado desconcierto, desconfianza y miedo. Socialdemocracia, comunismo, movimiento okupa, regionalismo, anticapitalismo, federalismo, pueblo y patria? todo cabe en la gran coctelera que, en vez de tomar en nuestra tierra el nombre de «A la valenciana», debería haberse llamado «Mezcla adúltera de todo», como el título de un poema menor de T. S. Eliot, que definiría mejor la vaporosa naturaleza del invento.

También podrían recapacitar sobre la influencia que sobre el resultado electoral ha tenido el ejercicio del poder -en la Generalitat y en numerosos ayuntamientos- porque es posible que «la gente» no esté tan entusiasmada con sus políticas, sino al contrario. Como dice el refrán «no es lo mismo predicar que dar trigo»: los discursos victimistas de la herencia recibida suelen tener fecha de caducidad y las grandes expectativas anunciadas en las campañas duran cuatro telediarios.

Pero no intento absolver al PP de la carga de desprestigio que aún arrastra, una hipoteca acumulada tras casos de corrupción y episodios de mal gobierno. Los dirigentes populares deben ser conscientes de que sus votantes ni les han otorgado un cheque en blanco ni han olvidado cierto olor a podrido que aún persiste. Deben asumir que todavía está pendiente una profunda regeneración democrática del partido, así como la recuperación de valores propios que han sido gradualmente arrinconados. Los votantes del PP, que también son «gente» y «pueblo», son en su inmensa mayoría honrados y decentes, nada tienen que ver con los lamentables casos protagonizados por algunos indeseables, pero no están dispuestos a dejar su futuro en manos del primer aventurero o aventurera con ansias de poder.

Hace meses Íñigo Errejón publicó un críptico tweet que decía que «la hegemonía se mueve en la tensión entre el núcleo irradiador y la seducción de los sectores aliados laterales». Pero si te pasas con la tensión te puede estallar el núcleo irradiador como un globo que se ha hinchado en exceso, al tiempo que los seducidos sectores aliados pueden pensar que, a fin de cuentas, nadie les ha explicado qué es eso de la hegemonía.

Mientras tanto, el Partido Comunista de España toma aire gracias al núcleo irradiador: ellos no tienen problemas metafísicos.

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