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El humanista vallero que salvó vidas

Con solo 21 años ya era director de la oficina de Correos de Tavernes de la Valldigna, y desde esa posición falsificó pasaportes y otros documentos para salvar a vecinos de la localidad de una muerte segura durante la guerra civil Viajó a Madrid comisionado para pedir el ferrocarril de vía ancha

Son muchos en Tavernes de la Valldigna los que conocen que existe una calle con el nombre de Joaquín Verdú. No es de las más importantes, pero está bien situada, en paralelo a la Avinguda de les Germanies y la que comunica la Carrer del Vergeret con el Prado Comarcal. Una vez ubicado el espacio físico, a buen seguro que lo que mucha menos gente conoce es quién era ese señor y qué hizo en su vida para que en el municipio decidiera dedicarle una vía, un honor destinado a unas pocas personalidades importantes.

Básicamente, Verdú fue una persona que formó parte de la intelectualidad vallera de finales del siglo XIX y principios del XX.

El 15 de enero de 1915, con solo 21 años, se convirtió en jefe de la oficina de correos de la localidad. En una época donde no existían ni los emails ni nada que se le pareciera, es fácil imaginar el volumen responsabilidad que suponía el puesto que ocupaba.

Las oficinas estaban situadas en la calle del Carmen, justo detrás del ayuntamiento y de la Casa de les Indalècies, la histórica construcción que fue derribada hace dos años porque se encontraba en estado ruinoso.

Desde allí Joaquín Verdú desarrolló una de las labores más importantes de su vida. Cuando estalló la Guerra Civil, en el año 1936, eran muchos, de un bando y de otro, los que corrían el riesgo de ser fusilados. Vecinos de Tavernes con los que el señor Verdú tenía relación cada día estaban en peligro de muerte y le pedían ayuda. Él sentía la necesidad de hacer algo por ellos, fueran del bando que fueran.

Es así como, en su afán de protegerlos a todos, desde su posición como jefe de Correos llegó a falsificar documentación para enviar a estos vecinos a luchar en el frente, es decir, a la zona de combate de la guerra. Sabía que allí también podían morir, pero cabía la posibilidad de que no fuera así, por lo que a algunos les salvó la vida. Su acción, al menos eso pensaba, les permitía escapar de una muerte segura.

Lógicamente, con este tipo de acciones se jugaba el puesto, algo que nunca tuvo en cuenta a la hora de tratar de ayudar a quien lo necesitara.

Joaquín Verdú murió con apenas 55 años, en marzo de 1949, diez años después de acabar la guerra. Su nieto, Salvador Escrihuela Verdú, cuenta que falleció a causa de un ataque al corazón.

Pese a su pronta desaparición, Verdú fue precoz en su intelectualidad. Entre otras muchas facetas, ocupó el cargo de comisionado por parte del Ayuntamiento de Tavernes de la época para que el ferrocarril que atravesaba el municipio fuera de vía ancha. Eso fue en 1927, en plena dictadura de Primo de Rivera. En concreto, Verdú se encargaba de viajar a Madrid para mantener reuniones con el ministerio para convencerles de la necesidad del proyecto, pese a lo cual Tavernes nunca contó con ese ferrocarril.

Vía ancha para el progreso

Según explica Encarna Sansaloni en su libro «El tren Carcaixent-Dénia al seu pas per la Valldigna: 1864-1969 (repercussions socials, econòmiques i urbanes)», Tavernes, entonces, reclamaba, por una parte, un mayor número de vagones, puesto que los que se utilizaban eran insuficientes para transportar toda la mercancía que se producía en los campos del municipio. Además, también pedía que se adaptara el ferrocarril a la vía ancha. Por este municipio pasaba la vía estrecha, y cambiaba a vía ancha en la estación de Carcaixent. En ese punto, por tanto, existía la obligación de hacer transbordo de la mercancía que se transportaba, mayoritariamente naranjas.

Además de esto, fue nombrado cronista del municipio. En concreto, fue la tercera persona que ocupó este cargo honorífico, por detrás de Francisco Valiente y Vicente Bono.

Fundó una academia de enseñanza, junto con otros personajes de la época, como Víctor Calatayud y Don Pedro. Gracias a ello ayudaron a los hijos de muchas familias de la localidad a estudiar. Sansaloni explica que daban las clases por la noche y preparaban a quienes querían hacer el bachillerato en Valencia.

Encarna Sansaloni, historiadora y actual cronista de Tavernes de la Valldigna, explica que ideológicamente no se decantaba ni hacia un lado ni hacia el otro, algo en lo que coincide en firmar su nieto. Era, apuntan, más bien un humanista.

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