Mi amigo Juanjo Trilles me manda un correo muy interesante e instructivo que hoy será el milagro de esta semana.

No sé, José Miguel, si viene al caso pero creo que este aviso de precaución es importante para que la gente inocente no caiga en la trampa como le ha sucedido a un amigo mío que me suplica que dé publicidad a su mensaje. Yo sé de sobra que tú eres muy inteligente y experto en el caminar por la vida y nunca caerías en el engaño, pero por si acaso quieres advertir a algún amigo tuyo, paso a anunciar el aviso tal como él lo ha redactado.

«Aviso a todo hombre de honor»: Quiero advertir de la presencia en nuestra ciudad de una banda de forajidas que se dedica al robo con total impunidad, como explico a continuación, pues yo mismo he sido víctima de sus astutas estratagemas para incautarse de bienes ajenos.

Se trata de dos mujeres jóvenes que normalmente se esconden en el aparcamiento de un importante supermercado. Una de ellas posee una belleza espectacularmente sensual, hasta el punto que incluso un ciego vería imposible sustraerse a su contemplación.

Pues bien, el lunes pasado cuando después de efectuar la compra habitual en el supermercado entré en el aparcamiento para recoger mi coche, dejé la bolsa de la compra en el asiento trasero y, cuando me disponía a sentarme en la parte del volante, la mujer despampanante se introdujo en el coche junto a mí y, quitándose la ropa (lo que desveló que es aún estaba más buena de lo que ya parecía insuperable), me pidió que la dejase efectuarme una felación pues un impulso irrefrenable la inducía a ello, asegurando su maestría en dicho menester y rogando además ser acariciada «ad libitum» en todo su cuerpo durante la consumación del rito.

Yo, que al decir de mis amigos, peco de incrédulo, creí con fuerza y la tía buenaza puso en marcha sus armas amatorias con una exhibición de profesionalidad que me llevó a un nivel de placer tan alto que vi la cumbre del K2 desde arriba, quedando atónito en grado sumo. Tan atónito quedé que no me percaté de que, mientras yo me sentía totalmente encantado por el hechizo despiadado de la taimada Circe, su amiga se dedicaba a la infausta tarea del desvalijo, hurtando del coche toda mi bolsa del supermercado con todo su contenido.

Cuando terminó el proceso y se marcharon las mujeres, descubrí que todo había sido una trampa para robarme. ¡Las muy perdidas!

Por ello quiero hacer un llamamiento a todos los hombres inocentes que vayan a la compra al supermercado para que no caigan también en la trampa como caí yo el lunes y también el martes. El miércoles dos veces y hoy caeré de nuevo. ¡Vade retro, Satañás!

Hasta aquí el mensaje de mi amigo que me siento obligado a difundir para prevenir a incautos. Por mi parte, he de decir que mi avanzada edad me lo impide pero si fuese más joven iría al supermercado para conocer más de cerca las artimañas de esas maleantes, aunque sólo fuese por solidaridad por mi amigo.

Un abrazo. Juanjo.