No son las famosas trapecistas del circo Price que a mediados de los años 20 causaban la admiración del público madrileño. Ni tampoco la famosa pareja de cantantes melódicas que, vestidas de lamé, actuaban todos los sábados en el programa «Cabalgata Fin de Semana» que dirigía Boby Deglané.

Manola y Rafaela Guzmán Canet son las primas de mi padre, mis queridas tías. Hijas de Rafael Guzmán Company, hermano de mi abuela Paquita y de Rosa Canet Momparler, natural de Barx, una mujer extraordinaria, querida por todos y con manos de santo para la cocina. Nunca olvidaré sus «prebreres farcides» o la «coca en llanda de pebre, tomaca i melva» que eran dos de sus grandes especialidades.

Manolita y Rafa siempre fueron muy devotas, y en su casa, rodeado de estampas de la Virgen, estaba entronizado el Corazón de Jesús con la leyenda: «Dios bendiga cada rincón de esta casa». Curiosamente, en tiempos de la guerra incivil, llegó a aquel hogar José Olmos para hospedarse, un apuesto oficial del ejército republicano y, pese a las diferencias ideológicas entre la familia de los Guzmán y el militar republicano, que con el paso del tiempo llegó a alcalde de Barx, nació una fraternal amistad que duró toda la vida.

Pero sin duda, los mejores amigos de Rafa y Manolita fueron siempre los miembros de la familia Peris Mascarell, dueños del trinquete vecino. Una amistad desinteresada y generosa que, como todo lo bueno, se transmitió de padres a hijos. Comenzó con Concha Mascarell y Domingo Peris y siguió con sus hijos Inma, Paco y Emilio.

Rafa fue durante muchos años enfermera en la clínica de mi padre y, todavía hoy hay gente que recuerda su trato amable y sus palabras de ánimo cogiendo la mano del atemorizado paciente cuando mi padre se acercaba con los fórceps para sacarle la muela. Y qué decir de los muchos años que estuvo en la óptica donde fue alma y vida del crecimiento de la empresa por sus excelentes cualidades humanas. Rafa estuvo siempre muy ligada a nosotros y cuando me casé, Marisa, mi mujer, encontró en ella no una amiga, sino una querida hermana, buena y generosa, que terminó convirtiéndose en la tía y madrina de mis hijos. Este cariño Marisa lo transmitió a su madre, Rosa, y a su hermana Manola, en cuya casa aún hoy llegan los Reyes Magos todos los años.

Manolita, dotada de especiales habilidades para la costura, abrió una tienda llamada L'Aixovar y un pequeño taller de costura en el comedor de su casa que era lugar de reunión de amigos como Alicia, Maricarmen y Andrés, Pepita Ciscar, Marco Antonio, Maricarmen Bañuls, Mariángeles Deltoro? y muchas otras personas del mundo de las fallas y la Semana Santa, porque allí se cosían desde trajes de fallera a mantos para la Virgen, pasando por vestas de hermandades y cualquier prenda relacionada con las fiestas que mueven a tantos gandienses.