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Los problemas que han dilatado las obras, el aspecto más negativo

El mayor retraso se debió a que la empresas que ejecutaba las obras entró en concurso de acreedores

Un hombre observa el derribo del Grupo Simancas. ximo ferri

De los aspectos negativos que puede tener un proceso de renovación urbanística como el que se ha producido en el Grupo Simancas de Gandia, sin duda alguna el más destacado ha sido la dilación sufrida, primero en el trámite administrativo, después en la ejecución de las obras y, finalmente, en su conclusión y entrega al ayuntamiento para que pueda permitir el regreso de los vecinos a sus nuevas viviendas.

Cuando hace diez años el consistorio llegó a la conclusión de que lo más conveniente sería derribar los cuatro bloques de viviendas precarias y construir un nuevo complejo, se vio en la necesidad de modificar el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), dado que se suprimían calles existentes para conseguir la gran parcela de 8.000 metros cuadrados en la que se enclavaría el nuevo complejo.

Al final, ese obstáculo fue poco si se compara con las negociaciones y los procesos administrativos y de negociación que se tuvieron que realizar para que los propietarios, todos ellos, firmaran a favor de ejecutar esta actuación, dado que se trataba de sus propias viviendas. La negativa inicial de algunos de ellos, que eran reticentes al «Nuevo Simancas», supuso un retraso considerable.

Todo eso se olvidó en 2010, cuando las máquinas iniciaron el derrumbe de los edificios, aunque nadie llegó a pensar que el mayor de los obstáculos aún estaba por llegar. La crisis del sector de la construcción arrastró a la empresa que se había adjudicado los trabajos, que entró en concurso de acredores.

Durante años el Gobierno local del PP, en la anterior legislatura, estuvo peleando para poder desbloquear la situación, mientras las obras permanecían paralizadas y, cuando arrancaban, eran por un corto periodo.

Desde hace un año todo se resolvió y se pisó el acelerador para cerrar definitivamente una actuación sufrida por los propietarios pero de la que el ayuntamiento, y ahora la Generalitat, se sienten orgullosos. s. s. gandia

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