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Marjal Pego-Oliva

De «valle soñado» para la Disney a humedal protegido

La lucha de políticos olivenses y de activistas de varios movimientos sociales fue determinante para rechazar la inversión norteamericana y lograr que la Generalitat declarara el «Pla» como parque natural.

En marzo de 2017 se cumplirán 30 años desde que el entonces primer ministro francés, Jacques Chirac, y el presidente de The Walt Disney Company, Michael D. Eisner, rubricaran el acuerdo definitivo para que Eurodisney se instalara junto a París, si bien el parque temático no se abriría al público hasta el 12 de abril de 1992. Francia lograba así el emporio de Micky Mouse y del pato Donald y en España se ponía fin a dos años de incertidumbre, ya que entre 1983 y 1985 la compañía se había fijado en varias zonas del litoral valenciano: Cabanes-Torreblanca, Santa Pola y el marjal de Pego-Oliva, aunque después se subieron al carro Ametlla (Tarragona) y Andalucía.

Finalmente, la Disney se decantó por Francia para realizar la mayor inversión de una compañía norteamericana en Europa hasta esa fecha, con más de 2.000 millones de dólares de la época.

La candidatura del marjal de Pego-Oliva -el «Pla», como conocen este paraje de unas 1.500 hectáreas los olivenses- contó con la complicidad de los Gobiernos central y autonómico, pero en Oliva hubo división de opiniones entre partidarios y detractores. Y fue un episodio más en el debate sobre la conveniencia o no desecar el marjal, proceso que se había puesto en marcha diez años antes.

El cultivo del arroz se introdujo en el marjal a mediados del siglo XIX, pero hacia 1970 se había abandonado.

Es entonces cuando el Ministerio de Agricultura franquista aprueba un «Plan de Transformación de las Tierras Arrozales», que debía ejecutar el ya extinto Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario (Iryda). Ese proyecto contemplaba una reagrupación de parcelas y la desecación de 900 hectáreas de marjal para otros cultivos, principalmente naranjos.

Esta operación se haría rebajando el nivel freático con varios métodos, fundamentalmente dos: una estación de bombeo en el margen derecho del río Bullent, para evacuar las aguas que se acumulan por el drenaje natural, y una canalización llamada «venturi», en la desembocadura del Bullent, que aumentaría el ritmo de evacuación al mar.

Una de las primeras protestas tuvo lugar en septiembre de 1978, cuando varios activistas se encerraron en la parroquia de Sant Roc, después de un acuerdo del pleno olivense que respaldaban las obras de desecación.

Pero el proyecto siguió adelante y apenas fue cuestionado o revisado pese a la llegada de la democracia y el traspaso de las competencias estatales a la Conselleria de Agricultura.

Hasta entonces, se calcula que el Estado había gastado 2.000 millones de las antiguas pesetas en diversas actuaciones orientadas a la desecación.

Incluso la climatología pareció aliarse con el Iryda, ya que hasta mediados de los años ochenta fue una época de sequía en la que no hubo problemas para que trabajaran las máquinas.

¿Y qué sucedía en Pego? En general, los pegolinos -con mayor superficie de marjal en su término- eran más proclives a la desecación que los olivenses. Con todo, por primera vez estuvieron unidos en la llamada «guerra de l'aigua», que también sirvió para tomar cierta conciencia medioambiental. En ese conflicto, Oliva y Pego presionaron para que el litoral de la Marina no se abasteciera del acuífero que proporcionaba agua al marjal.

Pero la sequía tocaba a su fin. En el otoño de 1985 fuertes lluvias inundaron el «Pla» y demostraron la ineficacia de las obras faraónicas del Iryda. Y en noviembre de ese año, lo de la Disney ya era algo más que rumores: los norteamericanos llegaron a sobrevolar la zona con una avioneta. Entre la población autóctona crecía el movimiento contestatario.

Finalmente, el pato Donald pasó de largo y cedió su trono a los «coll-verds» y otras aves acuáticas. Despejada la incógnita de la Disney, a partir de 1986 se emprende un camino orientado a salvaguardar este espacio natural, haciendo compatibles todos los usos con el máximo consenso posible.

Uno de los primeros estudios medioambientales, en concreto sobre la flora, lo realiza Hermini Boira en 1988. Nieto Salvatierra y Gil Corell fueron otras de las voces que se alzaron contra la irracionalidad de la desecación, algo que ya se veía como anacrónico.

Le siguieron varios años más de discusiones políticas sobre el área que se debía proteger y enfrentamientos en los plenos municipales. También denuncias que incluso llegaron al Parlamento Europeo con la ayuda del olivense Enric Morera, que entonces era asesor de la coalición Por la Europa de los Pueblos.

Por fin, en diciembre de 1994, hace 22 años, Les Corts aprobaron la protección de 1.255,19 hectáreas del marjal como parque natural. Esto representa un 15% del término municipal de Pego y un 8% del de Oliva. La Generalitat tuvo que comprar tierras a los agricultores para destinarlas a espacio público.

Para rememorar aquellos años de lucha ecologista, Levante-EMV reunió en la Font Salada a algunos de los olivenses que los vivieron en primera persona. Francesc Devesa Jordà (67 años) fue uno de los políticos en denunciar el «atentado ecológico» que suponía tanto la desecación como la posible llegada de la Disney.

En la segunda legislatura democrática (1982-86) Devesa era el único concejal que tenía la Unitat del Poble Valencià (UPV, origen del actual Bloc) en el Ayuntamiento de Oliva, aunque ya en la tercera le acompañaron dos edilas más; Pepa Chesa y Lluïsa Parra. «La lucha llevada a cabo en Oliva fue un ejemplo en el seno de la UPV para otras protestas en el futuro a favor del medio ambiente», indica. No obstante, reconoce que, en el caso de la Disney, esas acciones no influyeron demasiado para que la compañía descartara Oliva. Añade que el desembarco de la Disney hubiera perjudicado no sólo al medio ambiente, sino también a la cultura propia: «Se habría difuminado nuestra identidad como pueblo». Paco Devesa guarda en su casa como una reliquia un trozo de hormigón del polémico «venturi».

Toni Llopis Pastor (57) fue uno de los activistas que se encerraron en Sant Roc. La acción duró una semana y fue totalmente pacífica. De hecho, contó con la complicidad el párroco, Francisco Pons Moncho, y del entonces alcalde Salvador Cardona. «Salíamos a repartir folletos a la puerta de la iglesia o al Mercat», recuerda. Respetaban la celebración de los actos litúrgicos y hacían las asambleas en el fossar. «Allí nos juntábamos unas treinta o cuarenta personas, aunque quienes nos quedábamos de forma permanente en el encierro éramos seis», añade. Uno de ellos hizo una huelga de hambre.

La protesta estuvo promovida por el grupo ecologista Samaruc, surgido a su vez de la extinta Associació Cultural d'Oliva, paraguas de los movimientos nacionalistas y de izquierdas.

Vicent Berbegall Peiró (67) fue concejal socialista entre los años 1983 y 1991. Recuerda una comida en el antiguo Bar Domingo, en la Font Salada, entre representantes de la Disney, de la Diputación, de la Generalitat y autoridades locales para intentar desatacar el tema del parque de atracciones. Opina, pese a los años transcurridos, que el complejo de ocio norteamericano «sí que hubiera dado trabajo y riqueza a la zona».

Vicente Morera Romaguera (60), actual concejal del PP, asiste en este caso en calidad de hijo de Vicente Morera Sendra, que falleció en junio de 2008 a los 85 años. Su padre entró como edil en 1973 -lo hizo durante la diactadura franquista por el tercio familiar- y siguió, ya en democracia, con un partido local, la Organización Independiente Valenciana (OIV), hasta el año 2006.

Morera Sendra, pese a su ideología conservadora, era la persona que la izquierda se encontró como aliada en esta causa. Su defensa a ultranza del marjal provocó incluso que se tambaleara el pacto de Gobierno local entre la OIV y el alcalde José Llorens, de AP. Fue en noviembre de 1988. Con todo, a Morera también le movían otras pasiones; era cazador y desde su punto de vista tal denunció el peligro de la transformación agrícola para la pesca y las aves nidificantes y migrantes que hay en este paraje.

Imma Seguí Pérez (59) fue concejala durante 18 años, entre 1989 y 2007. En 1989 coordinó la campaña «Salvem la Marjal» que organizó la UPV con varios movimientos ecologistas. «La montamos porque PP y PSOE habían cambiado su voto en el pleno; de estar en contra de la desecación a posicionarse a favor», puntualiza.

Hubo recogida de firmas (más de 5.500, recuerda), reparto de pegatinas, folletos y carteles, y actos de sensibilización en varios eventos, como asambleas en el Gran Casino o la Baixada del Riu Bullent, el 18 de febrero de 1989. «La campaña duró hasta que Pepe Llorens dijo en el pleno aquella frase famosa; de savis és rectificar».

Imma Seguí comprobó en el catastro que más de la mitad de los terratenientes de Oliva eran pequeños propietarios, desmontando así la teoría de que las tierras de cultivo estaban en manos de unos pocos. «Con la Disney o con cualquier otro proyecto urbanizador, el acuífero subterráneo ya estaría seco», advierte.

La declaración de parque natural para el marjal de Pego-Oliva en el año 1994 no acabó con los conflictos en el «Pla». Después llegarían los enfrentamientos con los marjaleros de Pego. Y las andanadas de Carlos Pascual, alcalde de Pego entre 1995 y 2003, el primer cargo público que ingresó en prisión en 2007 por delito ecológico al promover entre 1996 y 1998 la recuperación de cultivos prohibidos y subir el valor de las fincas particulares. Pero esa ya es otra historia.

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