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Obras

El valor de una arboleda

El concejal de Territorio de Gandia, Xavier Ródenas, se enfrenta al Gobierno local para evitar la tala de una docena de melias en las obras del campo de rugby. Los trabajos, de medio millón de euros, permanecen paralizados desde hace dos meses

Si los árboles de Gandia pudieran votar, sin duda lo harían por Xavier Ródenas, el concejal integrante del Gobierno local que, nunca como hasta ahora, incluso enfrentándose a sus compañeros del Ejecutivo, había mostrado tanto celo en la defensa de estos elementos que forman parte del paisaje urbano.

El último y significativo ejemplo está ocurriendo ahora mismo con las obras para la construcción de un campo de rugby homologado en el polideportivo municipal. Ese proyecto, incluido en el Plan Confianza de la Generalitat y que tiene un coste cercano al medio millón de euros, está paralizado desde hace dos meses, cuando el concejal Ródenas descubrió que, para poder habilitar un «perímetro de seguridad» para los jugadores alrededor de todo el campo deportivo, se había previsto cortar una docena de árboles que separan ese espacio de la galería de tiro con arco.

La polémica se abordó ayer en la Junta de Gobierno local, tras la cual, en declaraciones a este periódico, Ródenas insistió en su decisión y en la necesidad de buscar alternativas al corte de los árboles, de la especie melia, que tienen entre 30 y 40 años y que lindan con el cauce del río Serpis.

Según señaló el concejal de la coalición Més Gandia, sus compañeros del Gobierno local consideran que lo más importante ahora es el campo de rugby, que la selección española podría haber inaugurado la próxima Navidad, y que, en todo caso, se podrían plantar más árboles cerca de allí. Pero Ródenas insiste en que hace dos meses ya cedió al llegar a un acuerdo para que se talaran «uno de cada tres árboles», dejando el resto para que hicieran sombra, decisión que, según añade, tomó forzado por la situación y con el único objetivo de que el proyecto siguiera adelante.

El responsable municipal de Territorio reconoce que, por sus características, ninguno de los ejemplares que desaparecerían está protegido o es susceptible de serlo, pero añade que deben ser los técnicos municipales, y la Administración en general, la que empiece a asumir que «cualquier proyecto urbanístico que se desarrolle en un lugar donde hay árboles debe tener en cuenta que, en la medida de lo posible, deben respetarse».

Respecto a este proyecto concreto, Xavier Ródenas, indica que el campo de rugby proyectado sí que cabe en el espacio asignado sin que se tenga que cortar la arboleda, y sugiere que, si es imprescindible el perímetro de seguridad, se pueden colocar elementos protectores en los troncos.

Un militante ecologista

La polémica por este campo de rugby y la idoneidad de salvar o no la arboleda en cuestión llama la atención porque debates así no se habían producido hasta ahora, pero tampoco sorprenden tratándose de un concejal que se reconoce militante ecologista y que, desde el primer instante, se ha caracterizado por defender los árboles no solo como un patrimonio natural y colectivo, sino bajo el prisma de que se trata de seres vivos que merecen al menos una mínima atención.

Ródenas ordenó al servicio de Parques y Jardines de la ciudad que no se cortara ningún árbol a no ser que existiera un argumento justificado. Desde entonces su propio departamento remite informe técnico y foto de los ejemplares que se retiran, la mayoría porque se han secado o porque presentan riesgo de desplome.

En el primer año de gestión presentó el llamado «Pla d'Ombres», que se ejecutará paulatinamente y que prevé plantar cientos de árboles en rutas habitualmente transitadas por peatones para que también puedan ser aprovechadas en verano, cuando, a pleno sol, esos paseos no son nada aconsejables.

Y tan lejos como el sábado pasado este periódico reveló que los olivos que el anterior Gobierno local del PP había colocado en maceteros en la plaza del Prado, condenándolos a ser bonsais, han sido trasladados, por orden del concejal, al Mirador del Serpis y al parque de Ausiàs March, donde se han plantado en tierra para que alcancen todo su esplendor.

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