Cuando en esta primera quincena de marzo regresen de África las golondrinas que tenían sus nidos en el edificio del convento y la iglesia del Rebollet de Oliva, tendrán que hacer las maletas. Pero su traslado será de apenas unos centenares de metros, hasta el cercano edificio del Mercat Municipal, donde el ayuntamiento les ha instalado las cajas que se convertirán en su nuevo hogar.

Al menos ese es el objetivo de la elogiable acción que ha llevado a cabo la concejala de Medio Ambiente de esta localidad, Imma Ibiza, para poder compatibilizar las obras de restauración de ese templo, que es patrimonio histórico, con la protección de esas aves que, buscando el calor, emigran de Europa cada invierno para regresar en verano.

Ibiza explicó ayer a este periódico que el año pasado, cuando ya se había iniciado la restauración de la iglesia del Rebollet, tuvo que paralizar las obras al detectar que se estaban tapando los nidos de las golondrinas, hecho que fue advertido por ornitólogos locales.

A partir de ahí, y de acuerdo con los departamentos de Patrimonio y Medio Ambiente de la Generalitat, se inició un proceso de mediación, inédito al menos en la comarca de la Safor, para que la restauración del templo pudiera continuar sin que desaparecieran las aves que el poeta Bécquer elevó como un símbolo del romanticismo.

El resultado ha sido construir 49 cajas-nido, para otras tantas parejas de golondrina, que se han instalado en la parte más alta de la fachada del Mercat Municipal. Además, por si estas aves insectívoras no encuentran su nuevo hogar, también se ha instalado un aparato que emitirá un sonido atrayente, de manera que puedan descubrir la existencia de los nidos en los que podrán instalarse.

«Creo que hemos convertido un problema en una oportunidad», señala Imma Ibiza, consciente de una acción que, como pocas, evidencia un cambio de modelo en la forma de actuar de las administraciones, y también de las personas, para preservar el medio ambiente, empezando por no complicar la vida a estas pequeñas aves que, en verano, forman parte del paisaje en todos los pueblos y ciudades valencianas.

La golondrina, además, resulta muy beneficiosa en el control de plagas de insectos, dado que, como la «rata penada», su dieta está formada por cientos de mosquitos que cada día atrapa con su pico. Muchos municipios valencianos también han tomado medidas para hacer compatible su presencia en los cascos urbanos sin que sus excrementos acaben incordiando excesivamente a los vecinos.