El padrón de habitantes de los municipios de la comarca de la Safor no cesa en su sangría. Desde 2009, cuando se alcanzó un techo máximo de 183.392 personas, no ha parado de descender el número de vecinos. Desde entonces, se han marchado un total de 10.571, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) recogidos a 31 de diciembre del 2016.

Como se aprecia en el gráfico que acompaña a esta información, hay incluso menos habitantes que antes de que arrancara la crisis. Es más, se puede decir que en siete años se ha perdido toda la población que se alcanzó entre el 2006, cuando aún no había estallado la burbuja inmobiliaria, y el 2009, cuando llegaban a España personas con la intención de labrarse un futuro mejor. Son las víctimas de la crisis.

Al final del año pasado, en concreto, se registraron 172.821 habitantes, fueron 1.638 menos que el anterior, el 2015, cuando el padrón alcanzaba los 176.459. Si se compara esta cifra con la bajada registrada en los tres últimos ejercicios, se va apreciando una tímida estabilización. Es, de hecho, la cifra más baja de descensos del trienio pero también la tercera más alta de los últimos siete años.

La gran pérdida de población se produjo, sin embargo, entre 2013 y 2014, cuando dejaron de contabilizarse 4.487 habitantes en los municipios de la comarca.

No cabe duda que el principal factor que existe detrás de estas cifras es la marcha, a sus países o a otras ciudades, de un importante número de inmigrantes. Muchos llegaron en tiempos de bonanza, llamados por la prosperidad económica que ofrecía el país y, sobre todo, el gran número de puestos de trabajo que ofertaba especialmente en la construcción y el sector servicios.

Un buen número de los que se vieron obligados a tomar el camino de regreso en los últimos años lo hicieron, además, perdiendo todo lo que habían logrado ahorrar trabajando en España y, en algunos casos, incluso teniéndose que marchar acechados por los bancos porque hacía muchos meses que no pagaban las hipotecas de sus casas.

El otro factor demográfico que explica el descenso de población más importante en dos décadas es la bajada de la natalidad registrada, sobre todo, durante los años de la crisis pero que parece que empieza a mostrar signos de recuperación.

Que el descenso se dé en mayor o menor medida en unos años que en otros también se debe a los distintos procesos de regularización del padrón que llevan a cabo los ayuntamientos, con los que ciudadanos que está demostrado que hace mucho que ya no se encuentra en la ciudad son retirados.

Por ciudades, casi la mitad de la población que se ha perdido en toda la comarca la ha registrado Gandia. La capital suma 5.206 habitantes menos desde que en 2009 alcanzó la cifra más alta de su historia al sobrepasar la barrera de los 80.000.

Oliva también ha experimentado en estos años una bajada de más de 3.600 habitantes, mientras que Tavernes, que obtuvo como Gandia su máximo histórico con 18.364 en el año 2008, se situaba a finales del pasado 2016 en los 17.485, casi mil habitantes menos.

Llamativo es el caso de Villalonga, que en un entorno de descenso generalizado registraba en los últimos datos ofrecidos por el INE es de los pocos que ha visto como en los dos últimos años ha crecido su población de los 4.350 a los 4.375, lo mismo que Piles o Palmera.