? Debajo del cuadro de cerámica dedicado a Rosa Estruch estaba una de las mujeres de Villalonga que la conoció. Escuchaba atentamente las intervenciones de quienes le rendían homenaje y, casi al término del acto, recordó con emoción que, cuando tenía 8 años «Rosa nos daba clases, a veces en la calle, y tenía las manos encogidas, sin poder abrirlas». Esa era una de las consecuencias del maltrato y las penalidades a las que fue sometida tras la guerra. «Sí, era una mujer muy buena», añadió asintiendo las palabras de quienes hablaban en el acto.