La iglesia de Sant Nicolau del Grau de Gandia acogió ayer el sepelio de un vecino del barrio. Esto no sería noticia si no fuera porque ha sido la solidaridad de sus amigos la que permitió ese entierro y la que evitó que el cuerpo de Miguel Moncho, más conocido por el sobrenombre de «el Panxa», acabara metido en un nicho cualquiera del Cementerio General de València.

Miguel, de 51 años, falleció por causas naturales el pasado sábado en su domicilio del Grau y su cadáver fue trasladado al Instituto Anatómico Forense de la capital valenciana para realizarle la autopsia. Después, nadie reclamó sus restos. Miguel vivía solo y no tenía familia directa.

Fue una amiga del fallecido, Nuria Marco, quien se interesó el lunes por conocer la hora del traslado de sus restos a Gandia para su entierro. «Llamé al Anatómico Forense y me dijeron que nadie se hacía cargo de él, y que lo iban a enterrar en un nicho cualquiera del cementerio de València».

Movilización en redes sociales

Estupefacta, Marco se puso en contacto con el Juzgado número 1 de Gandia, que llevaba el caso, y con los responsables de la Junta de Distrito del Grau. «En el juzgado me confirmaron que nadie reclamaba el cuerpo». Por su parte, el concejal presidente de la Junta de Distrito, Miguel Ángel Picornell, y el también concejal Toni Rodríguez, ambos graueros, acudieron al juzgado para hacerse cargo del cadáver ante la falta de familiares.

Simultáneamente a estas gestiones, Marco inició una campaña en las redes sociales con el fin de recaudar el dinero suficiente para costear el traslado hasta Gandia y poder enterrarlo en el mismo nicho donde reposan los padres de Miguel y su hermana, en el cementerio municipal de Gandia.

La reacción fue inmediata. Vecinos y amigos, asociaciones festivas (como la Hermandad del Descendimiento, a la que pertenecía Miguel), la Cofradía de Pescadores y el colectivo de estibadores, entre otras muchas entidades, aportaron dinero para la causa. En las redes sociales comenzó a circular un cartel con el siguiente texto: «Os pedimos toda la colaboración para que tenga un entierro digno. Un pueblo como el Grau no puede permitir que no de sus hijos tenga un final tan triste».

Si el ayuntamiento asumió el coste de colocar los restos en el nicho familiar de los Moncho, en Gandia, la Conselleria de Justicia corrió con los gastos del traslado desde València. «Hemos comprado hasta el féretro», detalló Marco, «porque iban a traerlo envuelto solo en un sudario, y Miguel merece un entierro digno».

La burocracia y las estrictas normas no lo pusieron fácil. «Se trata de un caso atípico», explicó Picornell. «Hay un protocolo municipal para procurar sepelio a las personas pobres de solemnidad, pero este no era el caso», añadió. «Miguel recibía una pequeña pensión, tenía bienes y una cuenta bancaria, y las normas impiden al ayuntamiento aplicar este protocolo».

En realidad, el problema es que los bancos bloquean las cuentas de los fallecidos hasta la ejecución del testamento a los herederos, y estos trámites suelen durar semanas o meses, por lo que no se podía pagar su propio entierro. «Hemos hecho lo que hemos podido», concluyó Picornell.

El entierro fue, como se esperaba, una gran manifestación de duelo a la que acudieron numerosos vecinos del Grau que llenaron la iglesia y después lo acompañaron hasta el cementerio.