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Cuatro cementerios en la historia de Gandia

?A lo largo de los siglos la ciudad ha tenido el «fossar» situado junto a la Colegiata, el de la ermita de las Ánimas, otro junto al barranco de Beniopa y la actual necrópolis ?El último recinto, situado en la carretera de Almoines, se aprobó en el año 1924

Cuatro cementerios en la historia de Gandia

Las primeras referencias de enterramientos en el interior de la ciudad amurallada de Gandia son una cata arqueológica realizada a pie de la Colegiata donde se constata la presencia de inhumaciones efectuadas en la primera mitad del siglo XIII y de otros cristianos efectuados en la capilla de San Martín, junto a la base del campanario. Este hecho constata que existía una zona de necrópolis con inhumaciones individuales donde se localizaron seis enterramientos con ritual islámico.

Federico Cervós y del pintor Martín Coronas Pueyo, entre otras personalidaes.

En 1569 la insalubridad y mal olor procedentes de las fosas de las capillas derivó en que el Capítulo Colegial mandara construir un vaso mortuorio en las capillas de San Mateo y de San Antonio. Al iniciar esta tarea se hallaron cimientos de la iglesia anterior, por lo que, tras comunicar la noticia al duque Carlos de Borja se decidió que se volviera a rellenar el hueco porque podría afectar a la estructura del templo mayor de Gandia.

El fossar primitivo se ubicaba en el actual patio de la Colegiata, que aún se denomina así, fossar, en el que había una pequeña capilla desde 1575 llamada «dels Desemparats» porque en ella se enterraba a los ajusticiados y a los pobres que morían en desgracia.

Con el paso del tiempo el ayuntamiento construyó una ermita, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Dolores y Ánimas del Purgatorio, la cual fue inaugurada el 31 de mayo de 1739, que estaba ubicada junto al cauce del río Serpis y el actual puente de la avenida de Alicante. La ermita disponía de una plazuela y un calvario con 14 cruces de piedra labradas que se alternaban entre cipreses.

En 1784 el rey Carlos III dispuso que a partir de entonces los cadáveres no fueran inhumados en los templos. Sin embargo la aplicación de esta orden se dilató al menos hasta la primera década del siglo XIX, tanto por las limitaciones presupuestarias de las parroquias como por la resistencia de los feligreses.

Carlos IV en 1799 instó al Real Consejo a que «tomase en consideración nuevamente este importantísimo asunto con respecto a Madrid, y se ocupase seriamente y con la mayor brevedad en proponer medios sencillos para establecer fuera de sus muros cementerios en que indistintamente se hubiesen de enterrar los cadáveres de todas clases de personas y no esperar a que se desatara cualquier epidemia, disponiendo se hiciesen en parajes ventilados y distantes de la población».

Prácticamente antes de la llegada del siglo XIX no se había llevado a cabo ninguna edificación mortuoria de este tipo de forma generalizada. En el año de 1804 fueron designados una serie de comisionados para atender la construcción de cementerios fuera de las ciudades en todo el país.

En febrero de 1812, por orden del Comandante de la Plaza, puestos de acuerdo el Cabildo y el Alcalde Mayor de Gandia, se acordó la construcción de un nuevo cementerio fuera de la ciudad. Para ello, y debido a la escasez de las arcas municipales, se habilitó el calvario de la ermita de las Ánimas como nuevo cementerio extramuros a pesar de no cumplir con todos los preceptos de la Real Orden. Fue así como durante la primavera de ese mismo año de 1812 se acabaron los enterramientos en el fossar de la Colegiata por haberse inaugurado el cementerio de las Ánimas, para lo cual hubo que desalojar las cruces de piedra, trasladadas al pie del calvario de la ermita Santa Ana, donde dos de ellas todavía pueden observarse hoy. Ese cementerio de las Ánimas fue tapiado y al pie de la bajada al camino de la ermita se habilitó el portal de acceso.

El 17 de septiembre de 1845 el general Joaquín Acosta describió Gandia como «un lugar de aspecto encantador rodeado de sus huertas llenas de árboles y sementeras y hermoseada por muchas torres y algunos monumentos de estilo árabe», pero se hacía eco de otros comentarios menos agradables. «El 1 de septiembre en que había aparecido el cadáver de un abogado apellidado Rausell, (de nombre Francisco) enterrado en un lugar oculto, y se comentaba que el móvil de aquel asesinato había sido el robo. Acusados de ello cuatro individuos, a los cuales los habían pasado por las armas dentro de la prisión la noche antes de nuestra llegada». Esta cita nos puede ayudar a acotar un poco más la fecha de inauguración del tercer cementerio de Gandia, habilitado junto al barranco de Beniopa, bajo la colina de la ermita de Santa Ana, en lo que hoy vendría a ser la calle Pinet.

No se sabe en qué año se inauguró ese nuevo cementerio junto al barranco, una incógnita que podría despejarse en el caso de que se supiera dónde fue enterrado Francisco Rausell, padre de quien posteriormente fue alcalde de la ciudad, José Rausell Ribas.

El 29 de junio de 1849 mandaba el gobernador de Valencia, Melchor Ordoñez y Viana, una circular a todos los ayuntamientos requiriendo un cuestionario de preguntas con el fin de conocer el estado de administración municipal antes de practicar una visita por los distintos municipios. Entre las preguntas se puede sonsacar la fecha de inauguración del cementerio de la partida de Benicanena, en las que al preguntar por la existencia de cementerio, si lo hay rural, su distancia a la población, a qué viento se halla situado y de quién es la propiedad, se contesta que lo hay rural, dista de la población sobre un cuarto de hora, se halla situado al norte de la ciudad y es propio de la Iglesia Colegial.

En cuanto a la pregunta de sus dimensiones por varas, si tiene osario y cuántos nichos, a cargo de quién está, qué derechos se exigen por sepulturas en los nichos o en las fosas y si dichos productos, así como las obras, se subastan o están en administración, el alcalde Jaime Torres indica que «tiene de longitud 60 varas y no tiene osario, no hay nichos y sí una especie de panteón donde se depositan los cadáveres de los eclesiásticos de esta Iglesia Colegial que está a cargo de esta y percibe por derecho de finado».

De ello podemos concluir que el cementerio se terminó de vallar entre 1848 y 1849, siendo a partir de este momento en el que se iniciaría la construcción de nichos para empezar a albergar los primeros finados de la ciudadanía local.

La visita a Gandia del gobernador Melchor Ordoñez, el 14 de octubre de 1849, mereció los elogios al alcalde Jaime Torres, «muy celoso, honrado y entendido», y, además, el ilustre Ramón de Campoamor durante el tiempo que ejerció de gobernador civil de Valencia no se cansaba de citar a Torres en cuantas ocasiones venía a cuento.

El cementerio estaba murado por gran tapial de considerable altura y en su parte sur estaba la fachada presidida por los erizados cipreses que resaltaban sobre un porche que daba acceso a su interior, siendo el único elemento para resguardarse de la lluvia.

La riada de 1901 se lleva cadáveres

El 1 de octubre de 1901 se reunió la Junta de Sanidad en la sala Consistorial bajo la presidencia del alcalde con el fin de acordar las medidas que con urgencia debían tomarse a consecuencia del derrumbe de la pared oeste del cementerio provocada por la lluvia torrencial acaecida el día anterior, jamás vista en Gandia siquiera por los más ancianos, la cual había provocado la inundación y arrastre de restos humanos de los nichos y que, por riberas, bancales y playa habían dejado las aguas en una extensión de tres kilómetros.

El alcalde se personó en dichos lugares, donde pudo observar un cuadro aterrador, de tal manera que inmediatamente se buscaron braceros para que fuesen recogiendo todos aquellos restos que hubiese en las cercanías, disponiendo el señor cura a redoblar las brigadas y extender la operación de recogida de cadáveres para practicarla con la mayor rapidez.

Fue en 1888 cuando el secretario Consistorial, José Abargues, dio un toque de atención al ayuntamiento sobre la necesidad de construir un nuevo cementerio por carecer de capacidad ante la creciente ciudad.

La proximidad del barranco de Beniopa era tal que puede uno imaginarse cómo quedaría el cementerio tras la gran riada sufrida en el año 1901, quedando tan maltrecho que durante la alcaldía de Luis Fourrat Perelló ya se intentó construir uno nuevo en otra ubicación.

Por fin el semanario Revista de Gandia, el 9 de febrero de 1924 se hacía eco de la aprobación del presupuesto para la construcción de una nueva necrópolis de Gandia, resaltando la noticia como «sentida y urgente». Ese cementerio es el que todavía presta servicio, situado en la carretera de Almoines.

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