Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

el espectáculo de la victimización nacionalista

el espectáculo de la victimización nacionalista

e l miércoles de la pasada semana nuestra ciudad albergó una «concentración cívica» convocada por independentistas, procatalanistas y la izquierda más radical y casposa de los últimos tiempos. Pretenden ahora ser los grandes defensores de valores y conceptos como democracia y libertad, en la línea de las mentiras y falacias inventadas por sus próceres catalanes.

Los políticos presos están encarcelados por pretender acabar con nuestro ordenamiento jurídico y saltarse la ley. No hay más. Una vez se ha demostrado que ha fallado la insurrección, el nacionalismo comienza su capítulo de victimismo.

Entre tanto, la izquierda radical y oportunista, observa este sentimiento de frustración del nacionalismo catalán, para reeditar lo que será la segunda fase del conflicto: exportar al resto de España el revisionismo revanchista para derogar como sea nuestra constitución. ¿Y esto por qué? Porque los dirigentes nacionalistas no se apean de la mentira porque necesitan sobrevivir como sea con su discurso propagandístico y ahora victimista.

Nada tiene de malo el que la gente se concentre y se manifieste en defensa de sus ideas y opiniones, no seré yo quien lo cuestione, faltaría más, pero no deja de ser curioso que aparentemente lo hagan por la defensa de la democracia y de la libertad, cuando lo que verdaderamente se suscita en el fondo es, por un lado, el rechazo a la aplicación del artículo 155 de la Constitución Española por el Gobierno central en la comunidad de Cataluña, y por otro, la reclamación de libertad y de amnistía para los políticos en prisión. Una hoja de ruta que ni los propios independentistas contemplan ya.

Se manifiestan por estos motivos, pero no los vimos ni oímos cuando el independentismo fracturaba la convivencia entre catalanes, como tampoco los escuchamos ni vimos mientras miles de empresas abandonaban Cataluña, sumiendo en un caos económico y social lo construido durante tantos años.

España es democrática y es libre, así lo indican todos los organismos internacionales, incluída Amnistía Internacional. Nuestro ranking en la defensa de ambos conceptos está al mismo nivel que Francia, Alemania, Inglaterra, EE UU, quienes, por cierto, no han dudado en darle la razón al Gobierno de España, sin excepciones.

Por eso ahora, agotados los argumentos no habiendo conseguido ningún reconocimiento internacional, constatada la inviabilidad del proceso y negarse someter a una reflexión la aventura emprendida, nos lleva a evidenciar este nuevo mecanismo, a modo de terapia colectiva que es: ni más ni memos el espectáculo de victimización.

Las nuevas consignas de los independentistas, de momento, no parecen ir más allá de la reclamación de libertad de los encarcelados por la justicia.

Una nueva hoja de ruta que considera que haber obtenido una derrota épica es un botín político preferible a tener que responder de los propios actos y de sus consecuencias.

No olvidemos que la víctima es el héroe de nuestro tiempo. Ser víctima otorga prestigio, exige escucha, promete y fomenta reconocimiento. Inmuniza contra cualquier crítica y garantiza la inocencia más allá de cualquier duda razonable .

¿Entonces por qué razón estos políticos victimizados van a abandonar una posición tan confortable? ¿Por qué van a someterse voluntariamente a la crítica y a la exigencia de asumir sus responsabilidades?

Efectivamente ese es un cobijo que parecen buscar, y mientras tanto, como he dicho al principio, la izquierda radical y oportunista, observa este sentimiento de frustración del nacionalismo catalán, para reeditar lo que será la segunda fase del conflicto: exportar junto a éstos al resto de España el revisionismo revanchista para derogar como sea el orden constitucional. Ese es el trasfondo de estas concentraciones cívicas, ya que lo que vale para los representantes vale así mismo para los representados, algunos de los cuales por cierto, se han mostrado críticos con la realidad en la que ha desembocado el «Procés», engañados por las promesas, que ahora dicen darse cuenta que eran falsas, pero no asumiendo la menor responsabilidad, por estar sirviendo de correa de transmisión de ellas.

Estas concentraciones en el fondo no son más que una forma de enmascarar una derrota, pero los fanatizados en política nunca atienden a razones y amenazan con continuar, porque sus derrotas tan sólo demuestran la maldad del vencedor, y dejando muy claro que en esta vida resulta mucho más fácil cambiar de opinión que cambiar de emoción.

Compartir el artículo

stats