e l pasado 14 de noviembre nos dejó Vicent Vidal Miñana (Beniarjó, 1958), diseñador gráfico y cartelista. Quizás la figura más emblemática de la Safor en este sector de las artes gráficas. Tras la realización de los estudios en Artes Aplicadas y Oficios Artísticos 1975-1978, emprendió Bellas Artes en la antigua Escuela de San Carlos de València, 1978-1983, carrera que culminó siendo contratado tempranamente como profesor de Dibujo, en la Escuela de Artes Aplicadas de Caravaca de la Cruz y posteriormente en Teruel, simultaneando durante un tiempo también como profesor de dibujo en la Facultad de Bellas Artes de València.

En 1988 obtuvo por oposición libre la plaza de lo que hoy se conocen como Escuelas de Arte y Superiores de Diseño, cuyo primer destino fue Teruel, hasta que decidió trasladarse a Castelló de la Plana, lugar en el que, entre otros compañeros, coincidiría con Alain Campos, miembro del Equipo de Juventud VIAL, con el que ganarían el concurso de carteles de Fallas de 1983, el más innovador hasta esa fecha.

Si bien Vidal fue un artista discreto, también resultó ser el más galardonado en certámenes de gráfica publicitaria. Su talante competitivo, en el mejor aspecto que la condición humana, le hizo preferir la oportunidad del concurso, puesto que pensaba que el encargo directo niega la posibilidad de medirse con otros participantes, además de no permitir revelar a nuevos creadores ni de compartir la pasión común por el arte gráfico con otros cartelistas en ese punto de encuentro que es la exposición de carteles. Así Vidal también disfrutaba conociendo a nuevos valores que compartían con él ese interés con el mundo gráfico del cartel.

Nadie como él fue capaz de pintar una tinta plana con pincel y gouache de la misma manera que hicieron sus grandes y elegantes predecesores: desde Dubón y Ballester, Renau o Raga.

Sus obras convirtieron a Vicent Vidal en uno de los últimos maestros de esa escuela valenciana que existe en la memoria, evidencia de lo cual son sus dos últimos carteles pintados en gouache y premiados en València, como fueron el del Corpus de 1996 y el de Fallas de 1999. En su legado hay innumerables carteles festivos: Fallas de València, Feria de Julio, Corpus Christi, Moros y Cristianos... Imágenes que configuran memoria gráfica de la identidad social.

Beniarjó fue siempre su punto de retorno. Su sonrisa la prudencia, bonhomía y honestidad fueron la manifestación de su personalidad. Y esa imagen quedará para siempre entre quienes le conocieron y le admiraron. Incluso en estos últimos años en los que la enfermedad le negaba las fuerzas siguió trabajando en ese mundo que había creado.

La Safor, casi sin percatarse, ha perdido a uno de sus grandes y modestos creadores gráficos del último cuarto del siglo XX. Quizás fuera el mejor, aunque el halago jamás le interesó. Su compromiso fue con el dibujo, la pintura y su respectivo disfrute personal en relación a estas materias artísticas. Indagó, además, en torno a medios informáticos, en sistemas de representación gráfica vectorial, pero siempre con el procedimiento gráfico tradicional que entendía de dibujo, color y composición espacial.