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«En las primeras competiciones masculinas, me miraban pensando: '¿Esta qué va a saber?'»

La gimnasta gandiense colabora con Cruz Roja desde los 16 años y fue una de las precursoras del movimiento «Benvinguts Refugiats Gandia»

«En las primeras competiciones masculinas, me miraban pensando: '¿Esta qué va a saber?'»

Recientemente ha sido nombrada mejor entrenadora del año de Gandia. Un premio más que añadir a su trayectoria.

La verdad es que estoy muy contenta porque son muchos años de trabajo y que te lo reconozcan es una auténtica alegría.

Usted, mejor técnica, gimnasta, y los mejores deportistas del año regatistas y taekwondista. Ni rastro del fútbol.

Ya era hora. Lo que no me gusta del fútbol es la falta de disciplina y educación. El deporte en sí me gusta, pero no lo que ocurre entorno a él. Mi deporte es muy disciplinado y, por código, el mal comportamiento en pista se penaliza, la mala contestación o tirar magnesio más allá de lo permitido también. Yo estoy acostumbrada a que todo el mundo tenga una educación y que los entrenadores hagan que los deportistas la tengan, incluso hasta en las gradas. Yo voy al fútbol y me pregunto por qué no tienen un comité de disciplina que controle el mal comportamiento en el campo.

Un premio para los deportes minoritarios.

En Gandia casi siempre se han reconocido deportes minoritarios. En natación, Lydia Morant lo ha tenido muchas veces, por ejemplo. Aparte de Raúl Bravo, que ha estado en el Real Madrid, no creo que haya habido ningún futbolista más premiado. Creo que como mejor deportista siempre han sido deportes individuales.

Es usted la primera mujer que ocupa el puesto de directora técnica de gimnasia masculina de la federación valenciana. ¿Cómo se tomaron los deportistas su nombramiento?

Costó mucho. Todo empezó porque yo llevaba muchos años de jueza en femenina y le pregunté al director técnico de la española que por qué no había mujeres puntuando a los hombres, me respondió: «Porque tú no quieres». Enseguida me apunté al curso junto a una gran amiga. El primer campeonato que puntué fue un control técnico en el Consejo Superior de Deportes y Jesús Carvallo me dijo que qué mal estábamos de jueces masculinos que tenían que venir mujeres a puntuar a hombres. Le respondí: «No te equivoques, soy juez masculina». Las primeras veces fue difícil. Yo empecé puntuando caballo con arco porque es muy complicado, es el aparato que nadie quiere porque es muy difícil ver cuándo acaba un elemento y empieza el otro. Yo estaba segura de que si quería hacerme un hueco tenía que demostrar que lo que mejor llevaba era lo que no quería nadie. Al principio venían todos a intentar reclamarme, porque es un mundo de hombres y hay machismo. Pero cuando ya ven las notas y saco el carácter que tengo, me acaban dando la razón. Pero cuesta mucho porque siempre estás en entredicho.

¿Alguna situación de machismo que haya vivido?

No ha habido nada doloroso pero sí que notaba, sobre todo al principio, que te miraban en plan «esta qué va a saber». Ellos te respetan cuando tu das tu opinión y el director técnico la apoya, pero cuesta mucho. Te lo tienes que ganar con el trabajo, demostrar que sabes más que ellos. Si son hombres, nadie se plantea si lo hacen bien o no.

Esa disciplina que ha aprendido en la gimnasia, ¿le ha ayudado también en su vida?

Sí, en todos los niveles. Todo lo que hago me sirve para mejorar en cada aspecto. Si, por ejemplo, tienes una disciplina con los niños, les explicas lo que deben hacer y eres constante, eres capaz de lograr que una sala con 90 personas esté controlada. Los niños, como es normal, quieren jugar, pero deben comprender que hay que cumplir unas normas mínimas. Si esas reglas son habituales consigues que todos en la misma sala tengan disciplina y nadie se moleste, no haya problemas ni se hagan daño. Al principio hay que enseñarles qué lugar es el suyo en cada momento.

Cuando los niños empiezan a elegir qué deporte quieren hacer, es muy fácil que se decanten por los más mediáticos (fútbol, tenis, baloncesto...) ¿Qué trabajo hacen para que elijan la gimnasia?

Hay deportes de moda y deportes de base, como la gimnasia. La gimnasia trabaja todas las partes del cuerpo, elasticidad, orientación espacial, motricidad. Si después de la gimnasia quieres hacer otro deporte, ya vas con unas cualidades adquiridas. A muchos niños y niñas les gusta porque la adrenalina que te da no te la dan otros deportes. La primera vez que te sale un elemento de dificultad no duermes en varios días. También vamos a muchos colegios a hacer gimnasia. Hay muchos niños a los que no les gusta el fútbol y otros a los que sí, pero a todos cuando marcan un gol les gusta hacer un mortal para celebrarlo o una voltereta, algo diferente. Los demás todos juegan a fútbol, pero si tú consigues hacer una pirueta bien hecha, cuando estás en el patio te diferencias del resto. Lo que más hace son los padres que no quieren que sus hijos jueguen a fútbol.

Parece que en los últimos años se le está queriendo dar al deporte femenino un poco más de protagonismo. ¿Tiene usted esa sensación?

Iberdrola ha hecho una campaña de apoyo al deporte femenino y, por ejemplo, en gimnasia femenina está haciendo un circuito por toda España. En mi deporte no hay tanta diferencia porque chicos y chicas van en paralelo, ganan lo mismo y se paga lo mismo en función de los resultados. En el fútbol la diferencia es abismal, es más machista y existe la creencia de que los chicos son más fuertes y, por ello, esto es un deporte de chicos y no de chicas. En hockey hierba, el equipo femenino ha ganado títulos y no se le ha dado la validez que debería. En baloncesto femenino, Isma Cantó dirigía un equipo impresionante. Pero nunca están igual de equiparados a la hora de ganar dinero el deporte femenino y el masculino.

¿Cree que algún día se llegará a la igualdad?

Ojalá, pero sinceramente creo que no. Hay mucho trabajo que hacer porque siempre existe esa creencia de que los chicos pueden más que las chicas. No se evalúa la capacidad. ¿Por qué no gana lo mismo un futbolista masculino que uno femenino? Porque la sociedad no va a ver el partido de chicas, va al de chicos. El problema es más de la sociedad que del deporte. La gente paga para ir a un Valencia-Barça de chicos pero no de chicas y, a lo mejor, juegan mejor, porque tienen capacidad de hacerlo, pero no se valora.

Usted que está en contacto con niños y niñas, ¿en edades tempranas ya se nota esa desigualdad?

No, nosotros entrenamos mixto. De pequeños todos se comportan igual y adelantan igual. Tengo chicas de la misma edad que hacen más cosas que los chicos y a ellos no les sienta mal, pero es lo que inculcas en el gimnasio. Si fomentas la igualdad y no separas por géneros, ellos no tienen ningún problema. El problema viene cuando separas a chicos y chicas.

Hable de su compromiso social. Usted fue una de las personas más implicadas en la campaña de ayuda a los refugiados en Gandia.

Mi labor solidaria empezó con 16 años, porque cuando yo hacía gimnasia, en un entrenamiento una niña se rompió un codo y yo no sabía cómo ayudarla. Y me apunté a Cruz Roja justamente para aprender a ayudar a alguien si se lesionaba. Empecé haciendo guardias, a ser socorrista, a primeros auxilios, etc. Eso me ayudaba en mi trabajo. Esa labor solidaria complementa muchas veces la educación que yo pueda dar. Hay mucha gente que tiene problemas y te los cuenta y tienes la capacidad de derivarlos a Cruz Roja para que les ayuden. Cuando Carmen, María y Jota nos sentamos para ver qué podíamos hacer por los refugiados, no dudamos ni un momento en que teníamos que hacer algo. Creo que para poder educar bien, primero debes ser tú consciente de lo que ocurre a tu alrededor.

¿Cómo fueron los primeros pasos de «Refugiats Benviguts Gandia»?

Empezamos el proyecto con la fiesta del Parc de Sant Pere, que tuvo un éxito impresionante. Cada uno hizo su trabajo y ayudar allí fue para mí muy satisfactorio. Pero lo más satisfactorio fue ver cómo gente que no nos conocíamos de nada fuimos capaces de juntarnos y trabajar por un bien común y hacer que toda Gandia viniera, euro a euro, y se recaudaran 11.000 euros que ahora se están utilizando en los refugiados que han llegado a Gandia. Yo que estoy en Cruz Roja sé cómo se están gastando. Ojalá pudiéramos hacerlo otra vez pero la pena es que no sabemos cómo ni dónde, porque teníamos el dinero para que viniera gente pero el problema es que no vienen.

Espectacular fue aquel día en que decenas de personas acudieron a su llamada para cargar el contenedor a tiempo.

Menos mal que hubo un equipo de gente que fue hasta allí, porque, si no, todo el material del tráiler solidario no habría llegado a Idomeni. Lo pasamos muy mal para llevar el material donde correspondía. Y lo llevamos y al poco se deshizo el campamento. ¿Y ahora dónde vamos?, no lo sabes, nadie les quiere, van de aquí para allá. Creo que ahora el trabajo es de los políticos, porque nosotros, aunque pudiéramos ayudar, no sabemos dónde. Incluso a los de Proactiva Open Arms, que hacían el trabajo en el mar, les han echado. Ya te juegas la vida para ayudar. Incluso aquí, cuando hicimos un acto en el que leíamos un manifiesto, nos denunciaron, y eso fue muy doloroso porque a la gente a la que multaron podría tener consecuencias. Las represalias por ayudar es lo que no entiendo.

¿Pero siguen trabajando en ayudar a los refugiados?

Sí, claro. Yo tengo una pareja de refugiados políticos en València, venezolanos, y les hemos encontrado trabajo en un club de gimnasia, porque ella es juez internacional, y estoy intentando a ver si me la traigo a la masculina. Esa vertiente solidaria sigue, pero no está a la luz pública. Cuando tú lo haces y lo has hecho toda tu vida, necesitas estar ayudando constantemente.

¿Qué fue lo que realmente le hizo implicarse en la cuestión de los refugiados?

Todos tenemos abuelos que sufrieron la guerra y nuestras madres nos explicaron cómo se pasó en tiempos de guerra. También compruebas que ahora tú estás bien. Esas personas huían de Siria y querían venir a Europa para escapar del conflicto, porque estaban en peligro de muerte, no porque vienen a quitarnos el trabajo a nosotros. La imagen del niño Ayllan muerto en la playa fue la que nos hizo pensar que esto no se podía consentir. Como tengo el título de patrón de barco, me intenté marchar a ayudar con Proactiva Open Arms al mar, pero para ello tenía que dejar mi trabajo. Hubo, de hecho, un socorrista de Gandia que sí fue. Como no podíamos estar sobre el lugar, pensamos que teníamos que hacer algo desde aquí y así fue como se inició.

¿Sigue activo «Refugiats Benvinguts Gandia»?

El dinero que se recogió se está utilizando para los refugiados que vinieron a Gandia y la verdad es que muy bien, porque, de ese modo, la parte del dinero ya está ocupada. Lo que pasa es que ahora no sabemos muy bien qué proyecto llevar a cabo. Cuando vimos que hacía falta dinero, recogimos dinero, cuando vimos que hacía falta material, recogimos material, pero ahora mismo, si Proactiva Open Arms se tiene que ir, no hay ningún campamento al que poder ayudar, no sabes bien qué organizar ni qué hacer. Sabes que tienen problemas pero no sabes en qué puedes ayudar. Así que ahora nos estamos centrando en los que están aquí. Cruz Roja tiene dos pisos tutelados que se han arreglado, pintado y demás, pero no queremos que nadie sepa quién son ni dónde están porque no todo el mundo piensa como nosotros y la discriminación es palpable, sobre todo en gente que está más necesitada. Los asistentes sociales se hacen cargo de todo y nos indican hasta dónde podemos llegar.

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