El Ayuntamiento de Tavernes de la Valldigna ha iniciado por segunda, y parece que definitiva vez, el proceso para abandonar la Mancomunitat de la Valldigna, ente que aglutina además a los municipios de Benifairó, Simat y Barx.

El Gobierno vallero ya anunció que dejaba la entidad a finales del 2015 al considerar que le suponía un gasto que lastraba las cuentas municipales y que no se reflejaba en proyectos importantes puestos en marcha de forma conjunta por los cuatro municipios.

Pero entonces se halló una posible solución para dotar de contenido la Mancomunitat y evitar la salida del principal ayuntamiento, y por lo tanto sustento económico, del ente. Se trataba de la posibilidad de adherirse al plan europeo Edusi, que habría supuesto una inyección de 7 millones de euros para la puesta en marcha de un proyecto global. Sin embargo, la Valldigna se cayó de la ayuda, lo que resultó ser el mazazo final para que Tavernes decidiera irse.

El pasado jueves, el pleno de la entidad aprobaba la separación definitiva de este municipio. El proceso no acaba ahí. Ahora, este acuerdo debe ser ratificado en las sesiones plenarias de cada ayuntamiento. Después habrá que esperar a la liquidación de las cuentas de la Mancomunitat para saber cuánto dinero deberá pagar el ayuntamiento vallero, según explicaba ayer a este periódico el presidente, Vicent Ribera, concejal en Simat.

«Los ayuntamientos no vamos a poner impedimentos si Tavernes se quiere ir, pero no lo puede hacer dejando deuda pendiente. No es que lo digamos nosotros, es que lo marcan los estatutos», indicaba Ribera. Además, la principal localidad de la Valldigna también recibirá su parte proporcional que le corresponde del patrimonio del órgano, que prácticamente se limita a un terreno que se adquirió en 2004 para construir la sede pero que ahora está en venta.

El alcalde de Tavernes, Jordi Juan, en conversación con este periódico, señalaba ayer que la decisión responde a que «no podíamos justificar un gasto de 250.000 euros anuales que no repercutían en ninguna mejora para nuestros vecinos». Para el consistorio vallero suponía una inversión de «un millón de euros por legislatura, un dinero con el que no se prestaba ningún servicio a nuestros vecinos y, por lo tanto, lo más sensato era destinarlo a otros proyectos más importantes».

Estocada para la Mancomunitat

Tavernes suponía el principal sustento económico de la Mancomunitat. Su salida supone una estocada casi mortal para el consorcio. Vicent Ribera es consciente de ello, también de que el actual papel de la entidad es muy limitado y solo cuenta con fondos para sostenerse y pagar a los trabajadores. Los ayuntamientos que queden tras la marcha de Tavernes estudiarán la viabilidad del proyecto y, sobre todo, si mantener la actividad del ente (actualmente escasa) supone un lastre para sus presupuestos.