en mi anterior artículo enfatizaba sobre el Gobierno de Diana Morant al afirmar que se había aupado y con que ímpetu al fenómeno de la posverdad. Un término, interesante a la vez que preocupante, por el potencial que la retórica política tiene en manos de estos embaucadores para hacer locutivamente real lo imaginario, o simplemente lo falso.

Recientemente, he leído un titular en la prensa local que decía: «Los empresarios turísticos confirman que la desestacionalización despega en Gandia».

Una afirmación sorprendente y sin reacción en el sector, habida cuenta que, de ser cierta, habríamos encontrado por fin en Gandia el Shangri-la. Aquel que todas las regiones turísticas del mundo persiguen y que muy pocas encuentran.

Comprenderán pues los lectores que mi reacción ante semejante delirio haya sido el buscar inmediatamente los hechos objetivos en los que se basa, ya que no basta con decirlos sino que sobre todo hay que demostrarlos y constatarlos. Y así, en ese afán de búsqueda en positivo, tropecé con mi primera y gran decepción, al constatar que tanta alegría estaba provocada por los datos que a continuación transcribo: «los últimos datos de ocupación hotelera han colocado a Gandia líder de la Comunitat, con un 82,4 % durante 2017». Una buena noticia sin duda para el sector, pero decepcionantemente pírrica como causa única para asumir en público tal fantasioso eslogan. Sobre todo si uno constata que la proporción de las poco más de 5.000 plazas hoteleras de nuestra playa, poco van a influir sobre las 200.000 personas que ocupan y saturan nuestra playa en los dos meses punta de cada verano.

Un mínimo porcentaje, sin duda, ante la complejidad de una playa tan mastodóntica y metafóricamente desierta durante demasiados meses al año.

Pero mi búsqueda prosiguió y volví a tropezar con mi segunda gran decepción al constatar que los últimos datos de la Encuesta de Coyuntura Hotelera que elabora el Instituto Nacional de Estadística confirman que el balance de la temporada alta turística, de Benidorm y Gandia de 2017, ha tenido sus luces y sombras: la ciudad de la Marina se ha dejado este verano 50.000 pernoctaciones de españoles respecto a 2016 (-4%), mientras que Gandia ha perdido otras 23.800 (-6,5%).

Unos datos, éstos sí, mucho más preocupantes y que obligan a mi entender, mayor prudencia en las afirmaciones fanfarronas de nuestros gobernantes y representantes.

Porque ante esta realidad, y volviendo al principio, uno se queda literalmente pasmado, pero sobre todo avergonzado, al advertir cómo la máxima autoridad de nuestra ciudad, así, sin más, de repente, y después de los más de 50 años que lleva nuestra playa acogiendo turistas en una época muy concreta del año, se atreva a declarar pomposamente y ante toda la ciudadanía, que ella, la gran Diana Morant, ha encontrado la anhelada pócima mágica, aquella que garantizará, por fin, que al menos durante 8 meses al año y para siempre, nuestra playa esté a rebosar de turistas entusiastas. Alargando la temporada y superando así el desánimo de un sector, hasta ayer absolutamente inconformista y reivindicativo, pero que hoy, además de estar de enhorabuena, tienen un gran motivo más de agradecida postración ante la Diosa Diana.

Porque si quieren que les diga la verdad, si, como afirma el refrán, «el que calla otorga», es una pena suponer que hoteleros, bares, restaurantes, chiringuitos, pubs, discotecas, comerciantes, hamaqueros, taxistas, autónomos, empresarios, trabajadores y tantos otros del sector, hayan compartido y aceptado con su deliberado silencio, semejante mentira institucional.

Ya lo advertía el filósofo griego Esquilo cuando dijo, «en la guerra, la verdad es la primera víctima». Y con ella, todo resto va de arrastre.