n En la Falla Màrtirs la alcaldesa de Gandia, Diana Morant, aparece de «paquete» en una Vespa conducida por un Tio de la Porra mientras se hace un selfi para enviarlo enseguida a las redes sociales. En Beniopa se destaca lo mucho que a la primera autoridad local le gusta estar presente en ese mundo de internet. En la Falla de Crist Rei, el concejal Vicent Gregori sale recostado como un pequeño faraón y confiesa al visitante que «siempre tiene el dedo preparado para publicar en las redes sociales», especialmente para difundir «lo que el Gobierno local hace mal». Y en la Falla Plaça del Prado divulga como noticia muy extraña que el también concejal Andrés Puig haya una «caguerà de gos» en una calle de Gandia y no lo haya publicado en su facebook.

Son solo tres ejemplos de cómo las comisiones falleras han captado esa actitud tan de moda entre los políticos locales por el, a veces, excesivo protagonismo que le dan a las redes sociales y a su aparición en ellas. Obviamente, con el afán o bien de promocionarse o bien de criticar al adversario.

Sea acertada o no, la crítica es del todo veraz, y aún hubiesen podido incorporar más ejemplos de quienes casi constantemente viven pegados al teclado de sus ordenadores o de sus teléfonos móviles para enviar los mensajes, las fotos y los comentarios. En definitiva, las Fallas destacan que políticos de Gandia están a la cabeza en ese ejército de personajes que considera que, como se diría ahora, quien no está en internet es como si no existiera.

Pero, más allá de lo virtual, las Fallas también bajan al mundo de lo real y, en sus críticas, ponen de vuelta y media a quienes gobiernan la ciudad. En muchas de las escenas aparece la reciente ampliación de la zona azul que obliga a pagar por aparcar en las calles. «Si quieres aparcar, euros tendrás que soltar», señala Màrtirs. Y en Crist Rei van más allá, alterando el título de «capital cultural valenciana» por «capital de la zona azul». En República Argentina añaden más contundencia y critican que «cuando a todos nos parecía que Gandia ya no podía ir a peor, llega un pensador y extiende la zona azul».

En la siempre recurrente polémica sobre si Gandia está limpia o sucia nadie debería perderse la escena de Màrtirs. Esta comisión sitúa al concejal de Servicios Urbanos, Miguel Ángel Picornell, y al portavoz del PP, Víctor Soler, en una especie de juego sexual masoquista. «Dime cosas sucias», le espeta el socialista al popular, en referencia a sus constantes críticas sobre la falta de limpieza en esta ciudad.

Pese a que hace casi tres años que ya no es alcalde, sigue habiendo leña para Arturo Torró, en parte debido a que el político del PP también le da a la tecla y continúa muy activo en las redes sociales, obviamente criticando a la actual alcaldesa. En la Falla de Sant Josep dicen: «Pensábamos que Torró estaba enterrado. ¡Vaya equivocación! El zombi inmortal ha vuelto». Peor parado sale en la Vila Nova. En esta falla, que años atrás dibujó al exalcalde como un rígido dictador, ahora lo representa enjaulado y atado del cuello mientras sus «discípulos» Víctor Soler y Vicent Gregori se disputan «con valentía» ser candidatos a la alcaldía en las elecciones del año que viene. En Plaça del Mercat reconocen que Soler está mejor situado para ser número 1 de la lista electoral, pero le recuerdan que, en esa pretensión, el líder del PP podría chocar con causas judiciales abiertas por la gestión en la pasada legislatura.

En la Vila Nova Diana Morant y Lorena Milvaques contraen «matrimonio político» en una ceremonia «bendecida» por Ciro Palmer. El portavoz de Ciudadanos, centro de crítica en varias comisiones, dice que, «mientras llena el saco», no sabe si es gobierno u oposición. En la El·líptica recuerdan que, para garantizarse la estabilidad del Gobierno, Morant y Milvaques han tolerado que Palmer disponga de un «asesor de la Semana Santa» con un sueldo de 42.000 euros.

Las Fallas de Gandia todavía recuerdan el peso de la anterior legislatura, cuando se vació la caja de dinero que ha originado el incremento de impuestos, pero también las «promesas incumplidas» de la actual alcaldesa, entre ellas la del hospital de crónicos que no se hará en la ciudad.

La mala relación general entre políticos sale en casi todas las fallas. Atractiva la escena de Sagrada Família-Corea, jugando con el cuento del Mago de Oz, y también la de Beniopa, donde, hablando de turismo, Víctor Soler descorcha una botella de cava cuyo tapón impacta en la cara de Diana Morant, deja tuerta a Lorena Milvaques y acaba engullido por Ciro Palmer, que, por ser el concejal de Semana Santa, aparece con una gran cruz en el cuello.

Y, cómo no, los falleros se critican abiertamente. Este año, al margen de rencillas entre comisiones, la estrella es la mentira. Porque así, con ese término, escenifican muchas de las fallas lo que está pasando a la hora de situar a cada comisión en la categoría en la que compite. En Màrtirs los falleros salen con una nariz de Pinocho, mintiendo sobre el presupuesto que destinan a los monumentos para intentar conseguir un banderín. En Crist Rei la escena es aún más ingeniosa. Un presidente primero dice la verdad sobre el gasto del monumento, pero poco a poco se va «acojonando» y termina por mentir abiertamente para no quedarse sin premio.

Aunque no sea crítica local, sino comarcal, destacar también la polémica sobre las señales de tráfico en valenciano de Bellreguard y la exigencia de la Delegación del Gobierno para que se pongan también en castellano. En la Falla Beniopa, con críticas al gandiense Juan Carlos Moragues, delegado del Gobierno, se han colocado indicadores de tráfico para ir a «Aceituna», «Cuchara», «Limosnas» y «Pilas», en referencia a Oliva, Cullera, Almoines y Piles.

Entre las críticas de las Fallas de Gandia, sin duda este año merecen una mención especial las escenas y comentarios sobre la diversidad sexual y el respeto a todos los colectivos LGTBI. Ahí han vuelto a demostrar que están a la altura de la sociedad. Casi todas ellas han participado, con escenas, ninots y colores del arco iris , en el premio convocado por la Federació de Falles y el Ayuntamiento de Gandia para acabar con las burlas, la discriminación o el menosprecio al colectivo homosexual. «Como la sociedad avanza, las fallas tenemos que avanzar. Queremos en Gandia tolerancia sin insultos en las charangas», reza el mensaje que se puede leer en la Plaça El·líptica. Entrañable y romántica la escena que ha montado la Plaça del Prado, donde dos hombres, ya mayores, se declaran su amor sentados en un banco. Diversidad lingüística también en el mensaje. «I love you», le dice uno en inglés. «Per fi», responde el otro en valenciano.

Quien disponga de tiempo y piernas y le pique la curiosidad, vale la pena que, entre hoy y mañana, se dé un largo paseo por esos efímeros monumentos porque, entre otros muchos ratos agradables, le permitirá hacer ejercicio físico y apreciar hasta qué punto la crítica, aunque a veces sea sin motivo aparente, no solo es sana, sino necesaria.