Poco a poco aquellas voces y plumas periodísticas que marcaron un antes y un después en la profesión en Gandia y la Safor nos van diciendo adiós. Unos más esperados otros menos pero aun así, la historia y el bagaje que atesoran es tan amplio que, muchas veces la sociedad no llega a calibrar todo aquello que lograron o hicieron cuando no era tan fácil desarrollar esta tarea. Mabel Cruz fue una mujer avanzada a sus tiempos y que rompió muchas barreras. Hoy ha bajado su última barrera, la del adiós, y lo ha hecho como solía hacer todas las cosas, con sigilo, sin alterar ningún orden, en silencio.

Mabel Cruz fue una mujer que vivía la profesión como entonces ninguno lo sabía hacer. Se granjeó amigos, muchos, y enemigos, unos menos. Todavía recuerdan algunos los "dardos envenenados" que lanzaba en su columna quincenal de la desaparecida revista Vall de Bayrén donde coincidió con el no menos radiofónico Carmelo Garcia Robledo.

Desde la prensa escrita compartió ondas en la desaparecida Antena-3 Radio, junto a su compañera y directora Mabel Jiménez a mediados de los años 80. Posteriormente cuando desapareció Antena-3 Radio pasó a Cope Onda Naranja, cuyos informativos lanzaba desde las primeras sedes tanto en Oliva como al final del paseo Germanies o la calle Madrid.

Se le podría definir como la Margarita Landi de la época, pues coqueteó con las primeras noticias policiales y dominaba el género como ninguno en una España que recién estrenaba la Democracia. Sus contactos le llevaron a vivir intensamente muchas noches la incipiente delincuencia que, por aquellos años, azotaba la ya desaparecida zona de Nazaret, hoy convertida en zona tranquila de Santa Anna. No dudaba, aunque las críticas y los comentarios la arreciaran a subirse en un coche patrulla y vivir intensamente una operación policial.

Su peculiar pelo rojo, su estatura y su no menos visible contoneo, hoy para muchos perduran aunque se hayan apagado. Te recibía siempre con la misma frase de: "Hola, bombón" sin que para ello se inmutara. Sus carpetas pegadas al pecho y una emisora portátil, la delataban a cientos de metros.

Hoy, Gandia ha perdido a una de sus históricas periodistas, de las que abrió muchísimos caminos a profesionales y, sobre todo, a muchas mujeres aunque lo hiciera sin darse cuenta y de forma sigilosa sin grandes reconocimientos ni estridencias.

Fue una periodista de raza, de las que afilaba la lengua y documentaba cualquier affaire que llegaba a sus manos. Hablar de ella y del periodismo de la época, es hablar de periodismo cara a cara, sin móviles ni WhatsApp y a años luz del fax o el ordenador. Pura y dura máquina de escribir a golpe de tecla informativa.

Para las generaciones jóvenes, tal vez no les haya sonado mucho el nombre de Mabel Cruz. Para quienes llevamos décadas en la profesión, fue una mujer dura, íntegra, con coraje y con un instinto que la hacía diferente. Se licenció en la Universidad de la Calle, la que mejor conocía y la que le nutría de noticias. Entonces no se estudiaba como ahora y los medios eran escasos. Por eso el mérito le fue doble en vida por haber hecho de su profesión su vida y de su condición de mujer que no la vieran como tal sino como una profesional como la copa de un pino. Ella fue periodista de raza y mujer que rompió, afortunadamente para todos, mil esquemas en una Gandia y una Safor a la que todavía no habían llegado las fotografías a color. Esa Gandia de blanco y negro, es la que mejor retrató Mabel Cruz en sus años de pluma y radio.

En los últimos años, más de una década larga, la pudimos encontrar en el departamento de Movilidad del Ayuntamiento de Gandia desde donde remitía notas de cortes de calle o partes de accidentes. Allí continuó con su carácter y demostró que no se amedrentaba ante nada ni ante nadie.

Aquella niña que vivió rodeada de lejía en una casa con esquina en Benipeixcar, logró labrarse un camino y no de rosas. Hoy, aquella gran profesional que brilló con luz propia en la Gandia de los 80 se ha apagado. Hoy soy yo quien te dice, hasta luego bombón. Descansa en Paz, Mabel Cruz.