Ousmane, senegalés de 37 años, apenas balbucea el español pese a que lleva más de una década en Gandia. Su vida en la ciudad, junto a otros compatriotas, nunca ha sido fácil. De hecho, ni siquiera le fue sencillo llegar. Viajó durante nueve días en patera. Lo primero que hizo fue apoyarse en su comunidad para sentirse más arropado. Tal vez por ello le cuesta soltarse con el idioma. Su estancia es legal, porque hace unos años accedió a un contrato laboral. Trabajó en el campo pese a que arrastraba ya dolores. Los propios compañeros le ayudaban a cargar cajones. Pero llegó un momento en que no podía más y tuvo que coger la baja médica, pese a que necesita el dinero para mandárselo a su familia.

Tiene un nervio aplastado por una vértebra y necesita de una operación que cuenta con ciertos riesgos. Ya tiene fecha, pero aún le quedan por delante al menos cinco meses. Ousmane, sin embargo, no tiene tiempo porque cada día que pasa su enfermedad avanza y su estado empeora.

El próximo mes se le acaba la prestación por la baja y la única manera de conseguir ingresos es trabajando. Pero eso no podrá hacerlo hasta que no sea sometido a un intervención que consiste en retirarle una vertebra e insertarle otra. «Luego ya empezaremos a buscar un trabajo que él pueda hacer», explicaba un miembro de la plataforma que le está prestando su ayuda. La intervención, en todo caso, «solo servirá para parar el dolor pero no para curarse al cien por cien», señalan.

Su enfermedad avanza a pasos gigantes «y según los médicos podría llegar a un punto en que pierda toda la movilidad», señalan desde el colectivo. Empezó con dolor de cuello, luego pasó a la espalda, más tarde a la pierna y ahora ha perdido la fuerza en la mano izquierda. «Tengo que estar todo el día sentado y aún así me duele», dice Ousmane. Para poder aguantar el dolor toma cuatro pastillas al día.

El asunto lo arrastra desde hace años. En 2010 notó los primeros dolores y empezó a ir al médico pero, según explica a través de un compatriota que le acompaña, «solo le trataban con medicamentos, no se lo tomaron en serio hasta que tuvo papeles». En 2016, por fin consiguió un contrato de trabajo y entró en el sistema de la Seguridad Social. En el hospital empezaron entonces a practicarle las pruebas pertinentes, que acabaron por concluir que era obligatorio operarle. «Yo he venido a trabajar no a descansar y ver que mis compañeros sí que pueden ir a trabajar y yo me tengo que quedar en casa me genera malestar», dice.

Ousmane y el colectivo que le apoya saben que el problema de las listas de espera no solo le afectan a él, sino que es generalizado en la Comunitat Valencia. Precisamente por ello, ha querido hacer público su caso. Con ello quieren hacer na reivindicación pública y pedir una solución a estos retrasos de muchos meses para tener que someterse a una intervención. «También queremos mostrar que por ser inmigrante no ha recibido ningún trato privilegiado en el servicio público, como muchos creen», según aclaran desde la plataforma.