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Puente de vandalismo en Tavernes y Xeraco

Concejales de los dos ayuntamientos han denunciado ataques a diverso mobiliario urbano entre el viernes y el martes. Una de las infraestructuras damnificadas es el mirador de aves del marjal que costó 50.000 euros de la diputación

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Vandalismo en el mobiliario urbano de Xeraco y Tavernes de la Valldigna

Da exactamente igual que los maceteros urbanos estén anclados al suelo, si hace falta golpearlos hasta arrancar incluso las baldosas para tumbarlos y echarse unas risas, se hace. No importa que se invirtieran 50.000 euros en construir un mirador de aves para poder sentarse tranquilamente a observar las especies que habitan en el marjal del Xeraco. Resulta que a alguien le molesta esta infraestructura y ha decidido liarse a golpes con ella hasta dejarla inservible.

Son solo dos muestras de que, por muchas campañas de concienciación que se hagan para lograr un mayor respeto a lo público, hay unos pocos que siguen actuando con total desprecio contra aquello que es patrimonio de todos.

El puente de mayo ha sido especialmente negro. Tanto en Tavernes de la Valldigna como en Xeraco se han registrado actos vandálicos que acabaran costando miles de euros al ayuntamiento para su reparación. El más grave, posiblemente, ha sido el sabotaje al mirador de aves que se construyó en 2013 con dinero de la Diputación de València.

Como se aprecia en la imagen, la estructura, de madera, ha quedado totalmente inservible, ya que se ha destrozado una de las patas que soportaba la mesa. Todo esto sin contar que la caseta está llena de pintadas y presenta varios desperfectos anteriores.

No ha sido la única acción vandálica del puente en Xeraco. Los urinarios del área recreativa ubicada en la falda del macizo del Mondúver amanecía el domingo con el dispensador de papel higiénico arrancado y con todo el rollo de celulosa en el interior del inodoro. A estas fechorías se suman a otras como el destrozo en un panel informativo de rutas naturales del marjal o de los postes que señalizan algunas de las sendas.

Ha sido el exalcalde del municipio, Francesc Serralta, ahora concejal en el Gobierno local, quien ha denunciado la situación a través de las redes sociales. El edil lamenta, en un mensaje en su perfil, que actos de este tipo se producen «habitualmente» por parte de grupos de personas a los que «se les va de las manos».

En Tavernes, los vándalos la tomaron en este caso con los maceteros. Como se aprecia en las imágenes, en algunos casos las desplazaron de su ubicación original pero en otros directamente los tiraron al suelo, arrancando incluso el anclaje. Por otra parte, ha aparecido una papelera de la que solo queda la estructura que la sujetaba sin el recipiente donde se deposita la basura.

Es demasiado habitual que los vándalos se ceben en el mobiliario urbano. El parque del Cantalot, por ejemplo, sufre muy a menudo destrozos, que se producen incluso pocos días después de haber arreglado los anteriores o aquella ocasión en que, solo unas semanas después de instalarlos, papeleras y bancos del paraje de la Torre de Guaita fueron destrozados.

En esta localidad, el mobiliario urbano público no es el único objeto de deseo de quienes no respetan los de los demás. Sobre todo algunos fines de semana, decenas de coches aparecen con los retrovisores destrozados a patadas.

Uno de los pueblos donde se registra un mayor número de actos vandálicos es Benifairó de la Valldigna. Revisando sus redes sociales se aprecia que, con una periodicidad media de entre dos y tres semanas, aparecen desperfectos en el mobiliario urbano. Las últimas han sido destrozos en bancos, el vertido de neumáticos y restos de un coche en un paraje natural, o suciedad en la ermita donde habitualmente se reúnen los vecinos para pasar ratos de ocio con sus familias y amigos.

Este periódico ha contado en más de una ocasión que en Benifairó se ha asaltado la piscina de verano en varias ocasiones. Los vándalos se dedican a tirar todo tipo de elementos al agua, entre los que destacan bocadillos, la silla del socorrista e incluso excrementos. En la localidad de la Valldigna hubo una temporada donde la diversión, para algunos, consistía en tumbar contenedores de envases de plástico.

Todas estas acciones cuestan cada año miles de euros a los ayuntamientos, un dinero que se tiene que tomar de otras partidas, ya que no está presupuestado.

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