El fracaso escolar supone uno de los problemas más graves en el ámbito de la educación de los menores. España es uno de los países europeos con una tasa más alta de fracaso escolar. Las causas más frecuentes son trastornos del aprendizaje y factores intelectuales, pero también en un porcentaje muy alto, son provocados por trastornos afectivo-emocionales y de ansiedad.

La ansiedad es una respuesta de alarma del organismo ante situaciones que percibimos de manera subjetiva como un peligro. El cuerpo reacciona preparándose para dar una respuesta a esta situación de alarma. Es en ese momento cuando aparecen los síntomas reconocibles de la ansiedad como son: respiración entrecortada, sensación de ahogo, taquicardia y tensión muscular que a su vez se acompañan de pensamientos negativos y catastróficos. Esta respuesta de alarma lleva de manera instintiva a evitar el peligro o salir huyendo de la situación.

A la consulta de psicología acuden muchos menores que presentan esta sintomatología asociada a estímulos relacionados con los estudios y el entorno escolar. Los trastornos de ansiedad pueden estar desencadenados por circunstancias ocurridas en el centro escolar, o ajenas al mismo, pero asociadas a ese entorno, hay desde síntomas aislados hasta el desarrollo de una fobia escolar.

Los estímulos que pueden desencadenar esta respuesta de ansiedad y el absentismo del alumno suelen estar relacionados con la evaluación de los profesores y exámenes, miedo a suspender, a quedar en ridículo o a enfrentarse a los otros alumnos. Por tanto, cuando las sensaciones desagradables descritas se asocian al entorno escolar es difícil para el niño o adolescente hacerles frente acudiendo regularmente al aula.

Los estilos educativos de los padres son uno de los factores que pueden propiciar la aparición del miedo en el menor. Tanto un estilo hiperexigente o crítico, como sobreprotector. El primero de ellos conlleva una gran presión o exigencia por obtener unas buenas notas y unas expectativas inalcanzables para el menor. El estilo sobreprotector o permisivo crea en los niños sensación de inseguridad y baja tolerancia a la frustración de manera que el menor no conoce cómo resolver las situaciones en ausencia de sus adultos de referencia o no presenta la suficiente motivación para hacer frente a los retos del aula.

El tratamiento más eficaz suele tratarse de una combinación de técnicas de exposición progresivas, es decir acercamiento al entorno escolar de manera gradual y técnicas que mejoren el enfrentamiento a la respuesta de ansiedad, por ejemplo cambio a pensamientos más positivos, técnicas de relajación y respiración, aumentar la seguridad y autoestima del menor.

Siempre podemos reforzar el esfuerzo del menor, con independencia del resultado obtenido.

Valorar los progresos, estimular el interés por lo relacionado con lo académico y aumentar desde pequeños la seguridad en sí mismos para resolver en el futuro los problemas que presenta la vida académica de una manera eficaz. La valoración de sus cualidades debe ser más amplia que sólo lo relacionado con el logro académico, de manera que en ausencia de buenos resultados, el niño encuentre otros aspectos positivos en su concepción personal.