Uno de los aspectos más vistosos de la Semana Santa Marinera es la exposición de las imágenes que, durante los días grandes, procesionarán de forma solemne -o procesionan, pues buena parte de ellos ya lo han hecho en los días previos-. Es una de las peculiaridades de la Pasión en los Poblats Marítims y emparenta no poco con el carácter de enclave en no pocas fiestas de la ciudad. Las fallas, los altares, las cruces de mayo, los balcones de la Virgen, los balcones del Corpus€ todas tienen una ubicación y se convierten en un lugar para ir a visitar. A esto hay que añadir un carácter muy propio de la ciudad: el gusto por la ornamentación. Porque particulares y entidades no se limitan a ser anfitriones de cristos y vírgenes. También se esfuerzan porque su local esté lo más y mejor adornado posible. Afortunadamente, no existe una competición que premie "al mejor".

Las imágenes (algunas de ellas mucho más que centenarias y otras casi contemporáneas y otras reconstrucciones o reinterpretaciones de destruidas en la Guerra Civil), ya están en sus respectivos lugares. La especial configuración de los barrios marítimos (casas unifamiliares de dos o pocas más plantas) propicia que el destino de las figuras sean, sobre todo, plantas bajas, que pueden ser o locales sociales (sedes de las entidades semanasanteras o casales falleros) o domicilios particular, ya sean garajes o la propia vivienda.

También aquí juega la especial configuración urbana. Si las procesiones desfilan "a lo largo", la visita es más lógica "a lo ancho". De norte a sur. Empezando por el norte o por el sur. Cabanyal-Canyamelar-Grao o al revés.

El mapa deja además muy clara la realidad de los Poblados. Si se viene de sur a norte primero se ven las de la parroquia del Grau, las de Santa María del Mar, y las que quedan en el Museo de la Semana Santa. Atravesadas las vías del tranvía es el territorio del Canyamelar, que tiene la mayor cantidad de imágenes, pertenecientes a los colectivos semanasanteros de la Iglesia del Rosario.

Cruzada la avenida del Mediterráneo están las dos imágenes adscritas a la parroquia de San Rafael. Y ahí empieza un particular desierto de doscientos metros. Es el Cabanyal degradado. No hay imágenes, pero sí que pasan las procesiones. Para completar el recorrido hay que atravesarlo (mientras no llega la rehabilitación, unas calles son más agradecidas que otras) y sólo tras cruzar la calle Pintor Ferrandis, y alrededor de la iglesia de los Ángeles se arracimarán las últimas hermandades y, con ellas, las imágenes. Hasta seis.

La ornamentación va cambiando según se pasa del luto a la esperanza y el oriundo de la zona siempre recomendará la visita cuando ha anochecido y mejor en Jueves Santo.