Parece un bar normal. Pero, cada tarde, entre las cinco y las nueve, se abre la veda del insulto "terapéutico". En la cervecería "Casa Pocho", muy cerca de la playa, que tres jóvenes polacos inauguraron ayer en Cullera, clientes y camareros pueden llamarse de todo. Eso sí, "con educación y con cariño, sin mala leche". Porque la finalidad es desahogarse, dejar el estrés sobre la barra.

Insultar al camarero no sólo es posible, sino que tiene premio. Los insultos con más salero se recompensarán con una bebida gratis. El camarero tiene derecho a réplica, pero ésta será "todavía más fina". Miguel y Mariusz, tras una década trabajando en hostelería, han buscado una oferta original "algo que nadie hace" porque la competencia es feroz. Han registrado la exclusividad de su iniciativa.

Según estos empresarios, la crisis ha aumentado las tensiones y poder descargarlas entre copa y copa puede ayudar. "Olvidas el estrés, los problemas del día a día y, al final, seguro que acaban todos riendo". También quieren organizar "cenas de los amigos", con personas que al llegar ni se conozcan.

No temen que haya altercados. Ni siquiera consideran necesario contar con servicios de seguridad. "Habrá que controlar, dicen, para que no suba el tono, pero seguro que no habrá ningún problema". Al revés, la gente al principio "se corta un poco y hay que animarla. Decir cabroncete con una sonrisa y buen humor es bueno". Como no sólo de palabrotas vive el hombre, para la inauguración ficharon a cocineros de Valencia y la Ribera. Pero lo que realmente querían era "un buen festival de insultos".