¿Cuántas veces ha oído usted en su consulta aquello de «No puedo con él»?

Desgraciadamente muchísimas, porque resulta que al psicólogo vamos cuando las cosas están muy mal.

Es difícil ejercer la autoridad en casa cuando nuestros hijos no la admiten ¿Qué podemos hacer para evitar este problema?

Todas las conductas incipientes que empezamos a ver en los preadolescentes nos están dando la oportunidad de atenderlas. Hay que intervenir cuanto antes y tomarnos la vida de nuestros hijos de una manera diferente. Hoy los padres, la verdad, es que tienen que trabajárselo, porque desgraciadamente las cosas no están fáciles, los chavales tampoco lo ponen fácil y la propia vida que llevamos tampoco permite que dediquemos el tiempo, la tranquilidad y la sensibilidad que necesitan los adolescentes, a parte de unos limites y normas muy bien marcadas.

O sea, que las cosas se hacen así «porqué aquí mando yo» no es una buena táctica.

El «aquí mando yo» nunca ha sido una buena estrategia y, además, ahora ya no funciona. Y es más, si nos empeñamos en el ordeno y mando nos podemos encontrar con muchos chavales que con 14 años parece que sólo vivan para estar en guerra en casa.

¿Entonces, mejor el diálogo?

El diálogo, la negociación hay que hacerla, pero a la vez hay que tener claro que como adultos hay determinadas cosas que no se pueden negociar. Parece paradójico, pero yo digo que hay que hacer las dos cosas a la vez. Insisto mucho en que los padres tengan una comunicación con sus hijos, que escuchen lo que les tienen que decir. Pero, ojo, en el tema de las normas yo diría hablar menos y actuar más, responsabilizarles más y ser consecuentes.

¿Y el pacto?.

El pacto es fundamental. En la adolescencia no nos queda más remedio. Si lo hacemos bien ellos entenderán que hay ciertas normas familiares que son innegociables e incuestionables y eso también, a los padres, les da mucha capacidad. Hay otras cosas secundarias que si se pueden negociar, ligadas más bien a los gustos de los chavales que sin duda son bien diferentes a los de hace años. Aquí los padres tienen que hacer un esfuerzo y entender que hay muchos valores que han cambiado, que estamos ante una juventud que tiene también muchas cosas buenas. Hay que actuar de las dos maneras, hay que saber pactar, hay que saber negociar y hay que indicar también al adolescente que hay determinadas cosas que las siguen decidiendo los padres aún cuando ellos tengan 15 años.

Tampoco es bueno emplear la amenaza

La amenaza es algo que no hay que usar por muchas razones. Es una estrategia que no funciona, que lo único que hace es crispar. Cuando con un niño pequeño ya tenemos que estar consiguiendo que haga las cosas a base de amenazas, malo.

¿Qué consejo ofrece a los padres?

Tienen que perder el miedo, sin miedo y sin sentimiento de culpa van a desbloquearse y el adolescente les va a encontrar mucho más seguros. Eso es fundamental. No podemos mostrarles nuestra debilidad. Ni miedo, ni inseguridad, ni debilidad. El adolescente necesita ver al adulto con cierta contundencia. Hay que ser capaces de hacer dos cosas: Ponerles normas y ser contundentes en su aplicación, pero no hay que estar constantemente enfadados con nuestros hijos. Hay que ser capaces de mantenernos firmes con ellos, pero cercanos. Esta es la combinación que el adolescente entiende, él sabe perfectamente que hay ciertas normas que tiene que cumplir pero lo que no soporta es que le regañen, que le traten como a un niño, que estén a todas horas poniéndole caras de desagrado.